El pasado 28 de marzo, en un tribunal de justicia de Honolulu, Hawai, se presentó una denuncia insólita. Los demandantes, el norteamericano Walter L. Wagner y el español Luis Sancho, esperaban paralizar la próxima inauguración de un gigantesco proyecto científico: el LHC o Gran Colisionador de Hadrones. Según sus razones, el día que se encienda el interruptor, la realidad dejará de existir, como si pulsáramos el botón de off del televisor. El LHC constituye un ambicioso programa científico auspiciado por el CERN , la Organización Europea para la Investigación Nuclear. Se trata de un túnel de 27 kilómetros de longitud, situado entre Francia y Suiza. Si quisiéramos recorrerlo a pie, tardaríamos unas cuatro horas. El Gran Colisionador de Hadrones constituye un acelerador de partículas. Es decir, a través de este kilométrico túnel van circular partículas subatómicas, a velocidades cercanas a la luz, para provocar que colisionen entre ellas. Estos choques entre protones permitirán estudiar