A la una menos cuarto de la madrugada del 17 de octubre de 1984, la Policía recibió una llamada anónima alertando sobre una agresión en el centro de Santa Cruz de Tenerife. En ese momento, Santiago Fernández Ramos se debatía entre la vida y la muerte tras recibir una puñalada en su costado izquierdo. Fue trasladado en una ambulancia hacia el Hospital de Nuestra Señora de Candelaria aunque llegó sin vida. Su asesinato no fue resuelto jamás. El criminal posiblemente aún anda suelto por las calles de Tenerife. Se trata de un crimen sin resolver que tuvo una víctima que ha caído en el olvido. Diario de Avisos fue el único medio que se ocupó del asunto a través de una serie de crónicas firmadas por José Luis Conde. Gracias a sus indagaciones podemos conocer algunas circunstancias del trágico suceso. Santiago Fernández se dedicaba a la prostitución, labor que ejercía en la céntrica calle de Bravo Murillo. Según recogen las informaciones de Conde, Santiago pudo aparecer ante varios testigos
En cierta manera no hay mucho que deba de sorprendernos de esta pandemia porque, en realidad, ya estábamos avisados de lo que podía suceder. El coronavirus que nos azota actualmente pertenece a la familia SARS-COV, que no es la primera vez que nos pega un susto aunque, eso sí, hasta el año 2003 era bastante desconocido para la ciencia. Lo sucedido en aquella ocasión casi resulta un calco del origen de esta pandemia, con la salvedad de que, aquella vez sí, se logró contener a tiempo y de que el grado de letalidad fue sorprendentemente mayor. Leer algo sobre aquella crisis de 2003 nos puede llevar a una extraña sensación deja vu, dada la similitud entre ambas situaciones. 10% de letalidad Si bien la voz de alarma se dio en primavera de 2003, el virus empezó a circular en la provincia china de Guandong en noviembre de 2002. El hermetismo del gobierno chino y posiblemente el desconocimiento de la naturaleza del patógeno provocó una reacción tardía en el resto del mundo. Los primeros afec