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COVID 19. Una epidemia de coronavirus ya nos avisó en 2003



En cierta manera no hay mucho que deba de sorprendernos de esta pandemia porque, en realidad, ya estábamos avisados de lo que podía suceder. El coronavirus que nos azota actualmente pertenece a la familia SARS-COV, que no es la primera vez que nos pega un susto aunque, eso sí, hasta el año 2003 era bastante desconocido para la ciencia. Lo sucedido en aquella ocasión casi resulta un calco del origen de esta pandemia, con la salvedad de que, aquella vez sí, se logró contener a tiempo y de que el grado de letalidad fue sorprendentemente mayor. Leer algo sobre aquella crisis de 2003 nos puede llevar a una extraña sensación deja vu, dada la similitud entre ambas situaciones.



10% de letalidad

Si bien la voz de alarma se dio en primavera de 2003, el virus empezó a circular en la provincia china de Guandong en noviembre de 2002. El hermetismo del gobierno chino y posiblemente el desconocimiento de la naturaleza del patógeno provocó una reacción tardía en el resto del mundo. Los primeros afectados de este nuevo síndrome respiratorio manifestaban fiebres altas y graves dificultades para respirar, necesitando en muchos casos aparatos respiradores para salvar la vida del enfermo. Esta medida era necesaria en alrededor de un 10 o 20% de los pacientes afectados. Uno de los aspectos más llamativos, y que sumió en el desconcierto a los expertos, es que los síntomas tardaban entre dos y diez días en manifestarse, a veces hasta quince. Para este SARS-COV no había vacuna ni tratamientos antibióticos o antivirales efectivos. El silencio y la inacción de la administración china evitó cerrar los aeropuertos y limitar la dispersión. El SARS, como se le conocía entonces en los medios de comunicación, acabó diseminándose por casi una treintena de países, siendo los más afectados, aparte de China, Canadá, Singapur y Estados Unidos. En España solo se detectó un caso que pudo ser tratado a tiempo. El balance de afectados por la enfermedad ascendió durante los ocho meses de la crisis, según datos de la OMS, a 8045, con lo que ya se presentaba esta primera versión del covid como un patógeno altamente transmisible. Pero el peor dato fue el de la mortalidad, de alrededor de un 10% con picos de cerca de un 20% en países como Canadá o regiones como Hong Kong. 765 personas perdieron la vida durante esta crisis sanitaria, desvelando la inquietante naturaleza de un virus potencialmente destructivo, con una letalidad que podría poner contra las cuerdas a la Civilización. En aquella ocasión, El SARS dio cuenta de su asombrosa capacidad de difusión y descubrimos el concepto “supercontagiador”. Y fue gracias, o más bien por desgracia, a la historia de Liu Jianlun, un médico de 64 años que se alojó en el que por entonces se conocía como Hotel Metropol, un hotel de tres estrellas y casi 500 habitaciones ubicado en Hong Kong. El doctor estuvo alojado mientras incubaba el virus, algo que no sabía debido a la ausencia de síntomas evidentes. Se habría contagiado en un hospital del sur de China justo antes de coger un avión hacia Hong Kong. Hasta ese momento, la propagación del virus se había limitado al continente. Jianlun, sin saberlo, rompería ese cerco para acudir a la boda de su sobrino. En la novena planta en la que se alojó Jianlun habría contagiado a unas siete personas, posiblemente debido a que tosió o vomitó en alguna estancia. Entre los afectados había un ciudadano canadiense de 78 años que moriría dos semanas después. Tras su regreso a Canadá habría iniciado una cadena de contagios que alcanzaría a unas 60 personas, entre ellas su hija que acabaría falleciendo también. Otro inquilino del Metropol que exportaría el SARS fue un empresario de origen chino-estadounidense que acabaría viajando a Hanoi, Vietnam, donde también acabó muriendo, no sin antes transmitir el patógeno a varios miembros del personal de un hospital. El doctor Jianlun también fallecería semanas más tarde. El brote iniciado en el hotel Metropol implicó el contagio de unas 4.000 personas, la mitad del total de afectados. Fue la zona cero de la crisis epidémica. Ha sido un suceso ampliamente estudiado por expertos, y en cierta manera ha ayudado a manejar algunos escenarios dentro de la actual pandemia. Entre algunas lecciones aprendidas, está la de controlar los hoteles y establecimientos turísticos en situaciones de graves epidemias.

El coronavirus de la familia SARS nos saludó por primera vez en 2003


La OMS canta victoria Repasando la nota de prensa, firmada el 5 de julio de 2003, con la que la OMS daba fin a esta grave situación, uno no puede evitar plantearse algunas preguntas; sobre todo la de si de verdad llegamos a aprender algo de aquella crisis claramente precedente de lo que acontecería 17 años después. “El brote de SARS ha sido contenido en todo el mundo” es el titular de la nota de prensa del organismo internacional en la que venía a hacer un balance de lo que habían dado de sí 8 meses terroríficos y de los aspectos a tener en cuenta de cara al futuro. Taiwán había sido el último territorio con registro de contagios y, tras 20 días sin incidencias, la OMS hacía una declaración de victoria. “Sobre la base de los informes de vigilancia de los países, puede considerarse que se han roto en todo el mundo las cadenas humanas de transmisión del virus del SARS”, enunciaba el texto. Sin embargo, para los expertos aún quedaban en el aire muchos interrogantes. Se trataba de una nueva enfermedad que no era lo suficientemente conocida: “La OMS advierte que la persistencia de la vigilancia mundial del SRAS es crucial en un futuro previsible. El mundo no está aún exento de SARS”. Las palabras de la ex directora de la OMS, la Doctora Gro Harlem Brundtland, eran muy elocuentes al señalar como hito la contención mundial del virus aunque subrayando: “No hemos marcado el final del SARS hoy”. La nota advierte de que “el virus sigue amenazando al mundo”. Y pese que apenas habían registrado en el planeta unos 200 afectados en ese momento, era posible que se produjeran otras notificaciones en el futuro. “No es el momento de reducir la vigilancia. El mundo tiene que seguir en alerta máxima para detectar los posibles casos de SRAS», manifestaba la ex directora de la OMS. En la nota, el organismo internacional dejaba patente su convencimiento de que era mera cuestión de tiempo que el virus volviera a saltar al ser humano, “amenazando al sistema de salud pública”. “Es posible que la fuente original del brote de SARS siga en el medio ambiente y provoque otro brote en los próximos meses. Por ejemplo, puede que el virus aún circule en un reservorio animal y salte de nuevo al ser humano si se dan las condiciones adecuadas”. Esto, repito, estaba firmado en julio de 2003. En consecuencia, la OMS proponía actuar en tres vías. Por un lado, elaborar sistemas de vigilancia confiables, con pruebas de diagnóstico precoz que permitiesen identificar el coronavirus y de esa forma separar los casos de SARS de otros que manifiesten sintomatología similar. Así, se evitaría aislar a las personas con afecciones respiratorias similares, “lo que resultaría extraordinariamente caro y consumiría recursos esenciales para otras necesidades sanitarias”. En segundo lugar, investigar la posible existencia de un reservorio animal. “Sólo si se identifica la fuente original del brote y se comprende el modo en que el virus salta de la fuente original al ser humano se podrán impedir los brotes futuros”, añadía la nota. Por último, indagar en los tratamientos terapéuticos contra el SARS. Especialmente reseñables son las premonitorias declaraciones de la Doctora Bruntdland, que vienen a cerrar la nota: “El SRAS es una advertencia. Ha puesto a prueba incluso a los sistemas de salud pública más avanzados. Las protecciones han aguantado, pero por poco. Puede que la próxima vez no tengamos tanta suerte. Vemos con claridad la necesidad de reconstruir nuestras protecciones de salud pública, y ahora tenemos la ocasión de hacerlo. Serán necesarias cuando llegue el próximo brote mundial, ya sea de SARS o de otra infección nueva.”. Prosigue: “El SARS nos está enseñando muchas cosas. Ahora debemos traducir esas lecciones en acción. Puede que tengamos muy poco tiempo, y tenemos que utilizarlo sensatamente”. Lecciones no aprendidas A tenor de las claras advertencias de la OMS en 2003 solo podemos preguntarnos: ¿Qué ha fallado? ¿Por qué estamos ahora en esta situación con aquel terrible precedente de 800 muertes? ¿No se aprendió nada de aquella crisis? El organismo internacional ha seguido haciendo hincapié en la vigilancia exhaustiva de brotes de SARS durante todos estos años. En un informe previo al inicio de la pandemia titulado “Un mundo en peligro” advertía que la llegada una pandemia con consecuencias devastadoras era mera cuestión de tiempo. “"Nos enfrentamos a la amenaza muy real de una pandemia fulminante", avisaba el documento publicado en septiembre de 2019. Se invitaba a todos los gobiernos del mundo a implementar sistemas de monitorización de posibles contagios, desarrollo de simulacros, elaboración de protocolos de actuación para dar una rápida respuesta y plataformas de coordinación con otros agentes nacionales e internacionales para informar de la manera más eficiente y rápida posible. Se insistió a machamartillo hasta el último momento y, sin embargo, aquí estamos. Sería muy fácil echar la culpa a la clase política pero quizás la responsabilidad haya sido colectiva. Los políticos no hicieron nada y la sociedad tampoco demandó medidas preventivas pese a que las advertencias eran públicas. Los políticos tienden a una miopía que no les permite hacer políticas estructurales. El resto simplemente no lo vimos venir porque no pensamos que algo así llegara a ocurrir. Esas cosas solo ocurren en lugares remotos como el sudeste asiático o el centro de África, pensábamos. Pero este golpe de realidad nos ha enseñado que el mundo es más pequeño de lo que imaginábamos. Que los escenarios menos plausibles a veces se concretan en realidades. En ocasiones, las amenazas irrumpen en nuestra zona de confort como un terremoto y la sensación de irrealidad es abrumadora. Algo parecido sucedió con el 11S, ¿recuerdan? Un acontecimiento extraordinario tuvo lugar a miles de kilómetros de distancia pero su impacto fue global y cambió el mundo para siempre. Los expertos ya han asegurado que otra pandemia volverá a tener lugar tarde o temprano y que este tipo de crisis serán cada vez más frecuentes en el futuro¿Nos volverá a coger desprevenidos? ¿Predominarán los criterios políticos o científicos? Referencias: Nota de prensa de la OMS sobre brote de SARS de 2003 El supercontagiador del Hotel Metropol Informe OMS 2019


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