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Guerra Mundial Z

…o de cómo la humanidad estuvo al borde de la extinción debido a una epidemia zombi. Esta es la premisa de la que parte Max Brooks, autor de Guerra Mundial Z, un libro sorprendente en el que se narra de manera novelada las reacciones que se producen desde los más diversos ámbitos (políticos, sociales, militares…) ante una pandemia de muertos vivientes.
El protagonista del libro, presuntamente el autor, asume la labor recopilar una serie de análisis para el Informe de la Comisión de Posguerra de Naciones Unidas, una vez ha acabada la contienda que ha diezmado a la especie humana. Para ello recorre numerosos países del mundo entrevistando a políticos, militares, científicos y ciudadanos de a pie…Así, la obra adopta el original formato de una serie de entrevistas en las que, en primera persona, cada protagonista relata sus insólitas vivencias desde su particular punto de vista.
El texto se va convirtiendo en un puzzle de situaciones en el que salen a relucir numerosos aspectos de la naturaleza humana.
El miedo a lo desconocido o, lo que viene a ser casi lo mismo, a la muerte se refleja en la apocalíptica contienda de Yonkers, en las afueras de Nueva York. El arsenal de última tecnología del ejército estadounidense no sirve de nada ante una amenaza totalmente nueva, y el terror ante los que no tienen miedo se apodera de los soldados.
La creación de falsas esperanzas se pone de manifiesto en el Phantax, una vacuna con claras reminiscencias al Tamiflu que presuntamente nos salvará de una posible futura epidemia de gripe aviar y cuya efectividad es puesta en tela de juicio por no pocos expertos. En la obra, el Phantax se trata de un producto manifiestamente fraudulento que ha servido para hacer millonario a Breckingridge Scout, un responsable de la industria farmacéutica quien, en su entrevista concedida desde la Antártida, se ríe de la Humanidad por dejarse engañar.
La falta de esperanzas queda encarnada en algunos trastornos psicológicos. Los quislings eran unos tipos que se creían muertos vivientes. Caminaban y se movían como ellos…y también mordían. Algunos supervivientes no pudieron soportar un mundo sin mañana. Muchos se volaron la cabeza, otros fueron presas del ADS (Síndrome de Desesperación Apocalíptica). El entrevistado Roy Elliot, director de cine, relataba como mucha gente se dormía para no despertar jamás.
Por último, está la cuestión de la salvación. El Plan Naranja propone que sólo unos cuantos se aislaran en una comunidad que aguante la embestida vírica. El resto sería abandonado a su suerte. Un pasaje del libro que adquiere connotaciones mesiánicas.
El protagonista ha de recoger informes y testimonios. Decide hacerlo al margen de las estadísticas y los números; le interesa el aspecto emocional de la catástrofe, el “factor humano” en sus propias palabras. Se trata, en definitiva, de un retrato de los vivos a través de los muertos.

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