No hay duda de que los temas que entendemos como "del misterio" son más populares que nunca. Gozan de una amplia difusión en todos los medios y han alcanzado las cotas que todos los amantes a este tipo de temáticas habíamos demandado. Sin embargo, y de manera paralela, no es menos cierto que también abundan los excesos y las afirmaciones gratuitas. También los fraudes, los caraduras y las historias que se dan por buenas porque sí.
No debería ocurrir. Las historias sobre ovnis, casas encantadas, lugares mágicos...son información y, tal y cómo ocurre con el periodismo de sucesos, de economía o científico, debería demandarse el mismo nivel de exigencias para las publicaciones que se ocupan de los fenómenos inexplicables. Sorprendentemente, nos damos cuenta de que prácticas periodísticas muy comunes, como la de contrastar una noticia lo suficientemente antes de publicarla, en ocasiones son poco menos que una excentricidad en el mundillo del misterio. Y si además pones en tela de juicio una información porque adolece de falta de pruebas correrás de el riesgo de ser tachado de disidente, de no tener la mente abierta, de ser un insensible...
Poner en cuarentena lo que dicen cuatro gurúes de lo misterioso constituye una osadía. Algunos indivíduos han logrado colar historias insostenibles "por qué sí", sin aportar pruebas. El mero hecho de ser iconos mediáticos les otorga inmunidad total. Mientras, los demás tragamos con todo sin pedir nada cambio. "Si lo dice ´fulanito´,que ha escrito muchos libros, debe ser cierto". Esto en ciencia, una disciplina que se autocorrije y se autoevalúa constantemente, jamás ocurriría. En el pensamiento científico sólo importan las evidencias. En el mundo del misterio solo hace falta tener muchas ganas de creer.
Entonces, ¿es imposible hacer periodismo de lo insólito de manera honesta? Absolutamente no. Claro que se puede, pero siendo exigentes, trabajando sin prisas, no echando a correr la liebre antes de tiempo y siendo muy autocríticos, algo que a los seres humanos nos cuesta horrores.
Debemos de ser capaces de renunciar a una historia, por muy atractiva que sea, si esta no se asiente solidamente sobre las pruebas. ¡Pruebas! Esa es la idea. No me cuentes una milonga y ya está. Demuéstrame cómo se hace.
El exceso de autocomplacencia ha perdido a los investigadores y periodistas del misterio. Han tenido que venir desde fuera los malvados escépticos a hacer el trabajo que debíamos haber hecho desde dentro. Algo que no haria falta que hubiera ocurrido si hubiésemos sido menos conformistas. Las oganizaciones de escépticos vienen a recordarnos lo incompetentes que hemos sido durante tanto tiempo.
Sin embargo, quiero pensar que algo está cambiando en los últimos tiempos. Una brecha se está abriendo en el mundo del misterio. Algunos investigadores están empezando a cuestionarse algunas historias; muchas de ellas, irrenunciables para una buena parte de los estudiosos de lo insólito.
Esto está quedando patente en publicaciones únicas como la revista digital Angulo 13, en la que junto a artículos de naturaleza más bien especulativa, aparecen otros con un sano espíritu crítico que ofrece las dos caras de la misma moneda al lector y le plantea que no todo el monte es orégano. Un experimento muy poco habitual en el mundo editorial.
Precisamente, en la citada revista escriben dos jóvenes investigadoras andaluzas: Ana Ferrer y Cristina Álvarez, que quizás den el impulso necesario a una nueva forma de hacer periodismo de misterio: el de buscar las evidencias y ser críticos con las afirmaciones sin fundamento.
Ferrer y Álvarez ya han provocado más de un cabreo entre algunos pesos pesados de las temáticas "heterodoxas". Ya lo hicieron con un eficaz artículo sobre las caras de Belmez, en el que demostraban como, llevando a cabo unas sencillísimas pruebas y averiguaciones, las supestas teleplastias podían ser cualquier cosa. Algo que más de uno jamás les perdonará.
En el presente número de abril le toca el turno a las psicofonías, un fenómeno que desmitifican con argumentos extraordinariamente simples. Su lectura no tiene desperdicio. El artículo aquí.
Espero que más de uno siga la estela de estas amigas y tengamos que dar menos trabajo a los escépticos "aguafiestas" que, por lo que se ve, están que no paran.
No debería ocurrir. Las historias sobre ovnis, casas encantadas, lugares mágicos...son información y, tal y cómo ocurre con el periodismo de sucesos, de economía o científico, debería demandarse el mismo nivel de exigencias para las publicaciones que se ocupan de los fenómenos inexplicables. Sorprendentemente, nos damos cuenta de que prácticas periodísticas muy comunes, como la de contrastar una noticia lo suficientemente antes de publicarla, en ocasiones son poco menos que una excentricidad en el mundillo del misterio. Y si además pones en tela de juicio una información porque adolece de falta de pruebas correrás de el riesgo de ser tachado de disidente, de no tener la mente abierta, de ser un insensible...
Poner en cuarentena lo que dicen cuatro gurúes de lo misterioso constituye una osadía. Algunos indivíduos han logrado colar historias insostenibles "por qué sí", sin aportar pruebas. El mero hecho de ser iconos mediáticos les otorga inmunidad total. Mientras, los demás tragamos con todo sin pedir nada cambio. "Si lo dice ´fulanito´,que ha escrito muchos libros, debe ser cierto". Esto en ciencia, una disciplina que se autocorrije y se autoevalúa constantemente, jamás ocurriría. En el pensamiento científico sólo importan las evidencias. En el mundo del misterio solo hace falta tener muchas ganas de creer.
Entonces, ¿es imposible hacer periodismo de lo insólito de manera honesta? Absolutamente no. Claro que se puede, pero siendo exigentes, trabajando sin prisas, no echando a correr la liebre antes de tiempo y siendo muy autocríticos, algo que a los seres humanos nos cuesta horrores.
Debemos de ser capaces de renunciar a una historia, por muy atractiva que sea, si esta no se asiente solidamente sobre las pruebas. ¡Pruebas! Esa es la idea. No me cuentes una milonga y ya está. Demuéstrame cómo se hace.
El exceso de autocomplacencia ha perdido a los investigadores y periodistas del misterio. Han tenido que venir desde fuera los malvados escépticos a hacer el trabajo que debíamos haber hecho desde dentro. Algo que no haria falta que hubiera ocurrido si hubiésemos sido menos conformistas. Las oganizaciones de escépticos vienen a recordarnos lo incompetentes que hemos sido durante tanto tiempo.
Sin embargo, quiero pensar que algo está cambiando en los últimos tiempos. Una brecha se está abriendo en el mundo del misterio. Algunos investigadores están empezando a cuestionarse algunas historias; muchas de ellas, irrenunciables para una buena parte de los estudiosos de lo insólito.
Esto está quedando patente en publicaciones únicas como la revista digital Angulo 13, en la que junto a artículos de naturaleza más bien especulativa, aparecen otros con un sano espíritu crítico que ofrece las dos caras de la misma moneda al lector y le plantea que no todo el monte es orégano. Un experimento muy poco habitual en el mundo editorial.
Precisamente, en la citada revista escriben dos jóvenes investigadoras andaluzas: Ana Ferrer y Cristina Álvarez, que quizás den el impulso necesario a una nueva forma de hacer periodismo de misterio: el de buscar las evidencias y ser críticos con las afirmaciones sin fundamento.
Ferrer y Álvarez ya han provocado más de un cabreo entre algunos pesos pesados de las temáticas "heterodoxas". Ya lo hicieron con un eficaz artículo sobre las caras de Belmez, en el que demostraban como, llevando a cabo unas sencillísimas pruebas y averiguaciones, las supestas teleplastias podían ser cualquier cosa. Algo que más de uno jamás les perdonará.
En el presente número de abril le toca el turno a las psicofonías, un fenómeno que desmitifican con argumentos extraordinariamente simples. Su lectura no tiene desperdicio. El artículo aquí.
Espero que más de uno siga la estela de estas amigas y tengamos que dar menos trabajo a los escépticos "aguafiestas" que, por lo que se ve, están que no paran.
Comentarios