Ir al contenido principal

Consecuencias climáticas de una guerra nuclear

"Es una responsabilidad directa de los científicos en la Unión Soviética y en los Estados Unidos, hacer saber a todas las personas los grandes peligros que conllevaría el inicio de cualquier clase de conflicto atómico, con el fin de evitar la mera posibilidad de una guerra nuclear que , indudablemente, daría lugar, no sólo al fin de la civilización actual, sino que amenazaría la vida en este nuestro amado planeta" afirmó en 1983, Alexander Kuzin, miembro de la antigua Academia de Ciencias de la URSS.


La manifestación se hacía en el marco de la Conferencia sobre Consecuencias Biológicas Mundiales a Largo Plazo de una Guerra Nuclear, organizada en el citado año en Washington, y que contó con la asistencia de más de 500 ponentes.
La Guerra Fría alcanzaba uno de sus momentos álgidos, estaba teniendo lugar la invasión soviética de Afganistán, y la tensión entre los dos bloques vivía momentos insostenibles. La Cumbre de Washington auguraba consecuencias realmente apocalípticas en caso de un conflicto nuclear abierto entre las dos partes beligerantes. De ahí que en durante aquellos años, científicos de todo el mundo aunaran esfuerzos a la hora de concienciar a los políticos sobre lo estéril de una guerra atómica. Frutos de aquellos intentos fueron la Cumbre de Washington y algunos estudios que fueron recogidos en el libro El Frío y las Tinieblas firmado, entre otros, por Carl Sagan. Fue la primera obra que aludía al espeluznante término invierno nuclear.
Hoy, 27 años después, algunos temores siguen despiertos.

Una década sin veranos
El Boletín de los Científicos Atómicos es una organización que lleva 65 años alertando sobre los problemas derivados del uso militar de la energía nuclear. Se trata de un panel que, asesorado por un comité que incluye a varios Premios Nobel, emite informes periódicamente sobre esta cuestión. En estos días, en su página web, podíamos leer un sobrecogedor análisis con el título "Guerra nuclear local: Sufrimiento global" ya publicado en el número de enero de la revista Scientific American, por Alan Robock y Brian Toon, dos de los mayores expertos en la materia concreta que se ocupa de estudiar el impacto climático que tendría un conflicto atómico. La idea básica que desarrollan los autores es que un eventual conflicto local con armas nucleares no quedaría limitado a un área geográfica concreta. Sus consecuencias se extenderían como la pólvora al resto del planeta ya que modificaría drásticamente el clima a nivel global. Las partes afectadas, por tanto, no quedarían circunscritas a los bandos beligerantes. Una gran parte del mundo respiraría los efectos, alcanzando el conflicto dimensiones inimaginables.
Robock y Toon proponen el frágil escenario en el que se desenvuelven las delicadas relaciones entre India y Pakistán, ambas potencias atómicas. Un intercambio entre los dos países de alrededor de cien bombas de 15 kilotones (cada una equivale a la potencia desarrollada en Hiroshima) que afectara a las principales megaurbes, provocaría grandes incendios que dejarían en la atmósfera cinco millones de toneladas de polvo y cenizas. Una densa nube negra permanecería por encima del nivel de las nubes, que engulliría al planeta en el plazo de diez días.
La nube negra, que quedaría estancada en la estratosfera, no podría ser dispersada por la lluvia. Esta situación se alargaría, al menos, una década provocando graves efectos. Concretamente, se podría bloquear la entrada de la luz del sol y ocasionar daños en la capa de ozono. Un estudio llevado a cabo en 2008, predecía que se podría perder entre un 25 y un 45% de la capa de ozono en latitudes medias y entre un 60 y un 70% en latitudes altas. Esta situación favorecería la llegada a la superficie de la Tierra de los perniciosos rayos ultravioletas que afectarían gravemente a la vida.
Por debajo de la capa de humo, la pérdida de luz solar provocaría un enfriamiento medio en la superficie mayor que el experimentado en los últimos mil años. Ello tendría como consecuencia un acortamiento en los periodos de cultivos de, al menos, 30 días y reducciones significativas en el promedio de lluvias que, en algunas partes del planeta, por ejemplo en Asia, podría llegar al 40%. La Tierra se convertiría en "un lugar frío, oscuro y seco", según los expertos.
En un intento por explicar los efectos de este invierno nuclear, aluden al clásico ejemplo de la erupción del volcán Tambora, en Indonesia, en 1815. La capa de residuos que lanzó a la atmósfera fue de tal magnitud y de tal alcance que al año siguiente se produjeron en Norteamérica, en pleno mes de junio, intensas heladas, con grandes pérdidas de cosechas. A 1816 se le conoció desde entonces como el "año sin verano".
Robock y Toon predicen que la bajada de temperaturas ocasionada por una guerra nuclear sería entre dos y tres veces superior a la propiciada por el Támbora en 1816 y esta situación podría alargarse por un periodo hasta cinco veces superior, lo que vendría a equivaler a diez años; la Tierra viviría una década sin veranos.
El escenario propuesto por los autores considera que son utlizadas 100 bombas de 15 kilotones, es decir, el 1% del arsenal de los Estados Unidos y Rusia. En estos momentos dicho arsenal puede ser de unas 7.000 cabezas nucleares. Si en un eventual conflicto armado, se utilizara la mitad de lo apuntado, el efecto climático sería el de una reducción en la temperatura promedio del planeta tal que se podrían alcanzar cotas similares a las registradas en el pico de la Edad de Hielo, hace 18.000 años.
Finalmente, los autores se lamentan de que no abunden más estudios que profundicen en las secuelas en el clima de la Tierra que podría dejar un conflicto con armas nucleares.
Ciertamente, son muy escasos los informes científicos que se ocupen de este aspecto concreto, sí es cierto que existen y que de este asunto se ocuparon algunos estudiosos en su momento, sobre todo en los años ochenta.

El informe de Carl Sagan
En 1983 vio la luz el informe TTAPS. El acrónimo hace referencia a los apellidos de los autores, entre los cuales se encontraba el propio Carl Sagan. El proyecto utilizaba por primera vez un modelo informático para predecir las consecuencias de una guerra con bombas nucleares y fue pionero en muchos aspectos, entre otros, el de establecer el concepto "invierno nuclear" y el de analizar las modificaciones climáticas.
En aquella ocasión se proponía el uso de unas 15.000 bombas, aproximadamente la tercera parte del arsenal de entonces. El estudio consideraba que en ese caso fallecerían mil millones de personas como consecuencias directa de los bombardeos y los incendios ocasionados, y otras mil millones durante los años siguientes debido a las enfermedades producidas por el exceso de radiaciones, falta de infraestructuras sanitarias, carencia de agua potable, hambre...

En los años de la Guerra Fría este tipo de análisis, que estaban lejos de caer en el catastrofismo, supusieron un intento desesperado por apelar a la cordura de los políticos, aquellos que tenían las llaves del arsenal nuclear.
Hoy en día, siguiendo con un proceso iniciado hace ya veinte años con la caída del bloque soviético, la tendencia es al desarme por parte de las dos potencias tradicionalmente beligerantes. Hace unos días, en el transcurso de las negociaciones sobre desarme que están teniendo lugar en Washington, se hizo historia al suavizar Estados Unidos la doctrina militar que justifica el empleo de este tipo de armas y comprometerse, junto a a Rusia, a la reducción a un 30% del arsenal.
El peligro de una contienda abierta entre países para irse diluyendo. Sin embargo, hay un temor creciente que ya se manifestó en la propia cumbre, y es que un grupo terrorista (Obama apuntó a Al Qaeda) pudiera fabricar una bomba atómica y detonarla en alguna populosa ciudad. La voluntad por parte de estos grupos de cometer semejante barbarie parece fuera de toda duda. ¿Será mera cuestión de tiempo que llegue a ocurrir?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Encuentros en La Cuarta Fase

"Soy la actriz Milla Jovovich , interpreto a la doctora Abigail Tyler . Este filme es una dramatización de eventos ocurridos en octubre de 2000. Cada escena está apoyada en imágenes de archivo. Parte de lo que verán es extremadamente perturbador" . Con estas palabras daba comienzo La Cuarta Fase ( Olatunde Osunsanmi , 2009) La propia Jovovich daba carta de veracidad a los hechos que se iban a reproducir delante del espectador en la siguiente hora y media; una maniobra muy arriesgada por parte de la actriz de origen ucraniano, como ahora veremos. La Cuarta Fase recrea los sucesos que presuntamente tuvieron lugar en el pueblo de Nome, Alaska, en el año 2000. A modo de documental se narra como algunos vecinos habían sufrido inquietantes experiencias nocturnas en las que sentían la presencia de un ser no humano en su propia habitación, algo que inevitablemente terminará experimentando la propia doctora Abbey Tyler. Durante las sesiones de hipnosis a las que la psicóloga somete a

Hugo Chávez, ¿víctima de los reptilianos?

 “Nosotros no tenemos ninguna duda en este punto. Los enemigos históricos de nuestra patria buscaron el punto para dañar la salud de nuestro comandante. De momento, ya tenemos bastantes pistas sobre este tema y tendrá que ser investigado por una comisión especial a nivel científico. Ha habido otros casos en la Historia, demasiados casos, como el de Yaser Arafat”. Eran las recientes palabras del actual presidente al cargo de Venezuela, Nicolás Maduro, para referirse a una posible complot en la muerte de Hugo Chávez. El responsable político no hacía sino aumentar las tesis conspirativas que ya venían circulando en torno a la figura de Chávez, desde que enfermara de cáncer hace dos años.

7 casas encantadas en Canarias

Se trate o no de lugares realmente encantados, lo cierto es que los inmuebles que hemos seleccionado a continuación arrastran una carga importante de leyendas. Son historias que con el paso de los años he ido recogiendo, en muchas ocasiones junto a mi compañero de fatigas, el periodista Héctor Fajardo, gran especialista en este tipo de experiencias. De la mano del lector queda el valorar la veracidad de estos relatos, aunque mi criterio personal es el de pensar que generalmente detrás de una leyenda siempre hay un poso de verdad.

Los fantasmas del accidente de Los Rodeos

Se cumplen 36 años del mayor accidente aéreo de la historia y aún resuenan con fuerza los ecos de la tragedia. El 27 de marzo de 1977, tuvo lugar un encadenamiento de nefastas circunstancias que hicieron irremediable la tragedia. Ese día, el aeropuerto de Los Rodeos, en el norte de Tenerife, se vio desbordado por la cantidad de aviones que llegaban desde el aeropuerto de Gando,  en Gran Canaria, debido a un artefacto explosivo que había estallado en el interior de sus instalaciones. La situación de caos vivida en Tenerife, sumada a la densa niebla y a una acción precipitada de despegue por parte de un avión de la compañía holandesa KLM, fueron algunos de los ingredientes del desastre. El balance no pudo ser peor: 583 muertos entre los dos aviones que colisionaron.

Claves sobre Prometheus. El origen dirigido de la vida

La última película de Ridley Scott, más allá de su prodigioso despliegue visual o sus erráticos giros de guión, plantea una serie de cuestiones trascendentales que tienen que ver con la vida, la muerte o si estamos solos en el universo. En la capacidad visual y narrativa de poner estos asuntos sobre el tapete es donde reside quizás una de sus mayores virtudes. Scott logra trasladar estos elementos directamente a la fibra sensible del espectador y éste no puede evitar plantearse si realmente la humanidad podría haber sido la creación de unos dioses-extraterrestres. El debate no hace sino abrirse cuando aparecen los créditos finales de la película, tal y como pueden dar cuenta los foros en Internet que bullen con innumerables preguntas sin respuesta. Como acertadamente me decía un amigo, lo mejor de la película ocurre cuando sales de la sala del cine.