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Esperando el fin del mundo en Roma

No dejamos de sorprendernos con las reacciones humanas ante las propuestas más inverosímiles. Que los profetas gocen de cierto predicamento en nuestra moderna sociedad no es nada nuevo. Quizás sea una manifestación inevitable de ciertos aspectos culturales o religiosos de nuestra educación. Lo que resulta menos comprensible es que gran parte de esa sociedad culta e informada se deje arrastrar por las aseveraciones de determinados agoreros que creen ser depositarios de una información revelada (revelada por los extraterrestres, por los espíritus o por el mismísimos Dios).

No se explica como es posible que ante el anuncio previo de que un terremoto iba a asolar la ciudad de Roma el pasado 11 de mayo, hayan dejado de acudir a su puesto de trabajo hasta el 20% de los ciudadanos. Las bajas por enfermedad u otras causas aumentaron por encima de lo normal, así como el aumento de reservas en hoteles. Todo hacía sospechar que gran parte de la población había sido presa del pánico ante el fatal presagio. La ‘profecía’ ha arrasado Internet, siendo 'trend topic' en la red social Twitter ¿Cual fue la poderosa fuente de información que trastocó de esta manera la rutinaria vida de los romanos? La supuesta previsión supuestamente enunciada por Raffaele Bendandi (1873-1979), un sismólogo autodidacta italiano que, bajo el mandato de Mussolini, puso en práctica algunas teorías muy particulares sobre la posibilidad de predecir terremotos (el Santo Grial de los sismólogos).
Según Bendandi, determinadas alineaciones planetarias en el Sistema Solar podrían ejercer, debido a la especial acción  de la gravedad de ese momento, una mayor tensión sobre las placas tectónicas de la Tierra. La cuestión por tanto era simple: habría que observar el movimiento de los planetas y predecir futuras alineaciones para prevenir los desastres. Así, el visionario italiano habría predicho un terremoto para el pasado 11 de mayo en Roma que, como sabemos, no tuvo lugar.
Intentar entender el éxito que tienen este tipo de especulaciones no es baladí y siempre obedecen a una serie de razones que se entremezclan, de una manera más o menos compleja, para quedar ancladas en el alma del ciudadano de a pie.
Para empezar, pese a que la teoría de Bendandi carece, a priori, de fundamento científico, es cierto que hay quienes, desde el ámbito académico, defienden que ciertas alineaciones planetarias puedan tener efectos físicos en nuestro planeta. Por ejemplo, John Vidale, de la Universidad de Washington, no duda en la tensión tectónica que ejerce la Luna sobre la Tierra. El experto asegura que, durante los días de Luna Llena y Luna Nueva, debido a esta alineación con el Sol, se incrementa la actividad sísmica de alrededor un 1% y existe "una actividad ligeramente más alta en los volcanes". 

¿Influyen las conjunciones
planetarias en los terremotos?
La casualidad, o no, quiso que ese día tuviera lugar una conjunción planetaria entre Mercurio, Venus y Júpiter, dando aliento a las tesis de Bendandi. Por otro lado, el hecho de que el terremoto se pronosticara para el día 11 abre campos inmensos a la numerología. El 11 tiene una fuerte carga simbólica marcada por la fecha de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, al igual que sucediera con el atentado de los trenes de Madrid o el terremoto/maremoto sufrido recientemente en Japón. Según los cabalistas el número 11 implica imperfección en la medida en que es la cifra que sucede al 10, que simboliza todo lo contrario.
El hecho de que la profecía provenga de una persona que presuntamente predijo con éxito un terremoto en Italia (según Wikipedia, Bendandi logró vaticinar el que tuvo lugar en Abruzzo el 13 de enero de 1915), garantiza una buena historia y da carta de veracidad a las futuras visiones del profeta taliano.
Es importante que una buena profecía conste por escrito, aunque sea de forma vaga e imprecisa. El efecto “estaba escrito” es poderosísimo y si además lo estaba hace mucho tiempo, pues mucho mejor. Pese a todo, nadie ha visto copia escrita de la visión de Bendandi. Es más, sus propios defensores (Bendandi goza de una fundación en su honor) niegan que el italiano hubiera realizado semejante vaticinio, posiblemente, en una maniobra lógica por intentar defender su memoria ante el descalabro flagrante en el que habría incurrido al errar su pronóstico.
El caso es que el 11 de mayo llegó y nada ocurrió…¿o sí? En la localidad murciana de Lorca se registró, transcurridas las 5 de la tarde, un terremoto de 4.5 grados en la escala de Ritcher, con una devastadora réplica que costó la vida a nueve personas. Los defensores de que Bendandi estaba en lo cierto sobre lo del terremoto en Roma no tuvieron el menor sonrojo en desplazar el epicentro de su teoría unos cuantos miles de kilómetros, de Italia a España, para aseverar que era éste el fenómeno al que se refería el sismólogo italiano. Así funcionan los conspiranoicos y los agoreros del fin del mundo; son especialistas en escurrir el bulto. Si algo no cuadra, se mete con calzador de alguna de las maneras posibles. De esta forma, también se afirmó que en Italia se habían sucedido decenas de pequeños temblores (algo dentro de la normalidad diaria en este país) o que el volcán Etna entró en erupción. En fin, que Bendandi no estaba tan equivocado.

Profecías y psicosis colectiva
El relativo estado de alarma social desatado en Roma no fue el único. En Taiwán, un iluminado, autoproclamado “maestro Wang”, auguró un gran terremoto de 14 grados (¿?) para el mismo 11 de mayo. El fenómeno provocaría olas de 170 metros y arrasaría edificios como la emblemática torre Taipei, uno de los mayores rascacielos del mundo. El anuncio debió de ser demasiado para un hombre de 70 años que decidió quitarse la vida ante semejante panorama. Las autoridades taiwanesas decidieron investigar el asunto para evitar una oleada de pánico entre los ciudadanos.
Orson Welles, hizo creer a
 miles de americanos que estaban
siendo invadidos por
extraterrestres
Estos episodios de histeria psico-social, basados en hechos sin fundamento, tienen un antecedente claro. En 1938, un joven Orson Welles retransmitió, a través de la emisora estadounidense RKO, la versión radiofónica de la novela de H.G. Wells, La Guerra de los mundos. Pese a advertir, antes y durante la emisión, de que se trataba de una recreación artística sobre unos hechos ficticios, se generó un ambiente de miedo generalizado entre la gente que estaba escuchando la radio en ese momento, al llegar a considerar de manera real que estaba teniendo lugar una invasión extratrrestre. Las centralitas de la policía se colapsaron ante la llegada de incontables llamadas; recibieron un 35% más de las usuales. En la emisora se registraron más de 500 llamadas relativas a este asunto. Hubo gente que huyó de las ciudades y que hizo acopio de comida. Según algunos análisis efectuados por organizaciones como el Instituto Americano de Opinión Pública, en relación a la repercusión social de la emisión de Welles, algo más de un millón de personas podrían haberse visto afectadas psicológicamente en aquel momento.
Ahora tenemos bien recientes los terremotos de Japón, Haití y Chile. La percepción de estos desastres, con el 2012 en el horizonte, han ayudado a conformar un ambiente apocalíptico en el que cualquier señal, cualquier clave, cualquier profecía es esperada con inquietud. La finalidad última es reafirmar la idea previa de que en el fondo estamos condenados, y que ya lo estábamos desde el principio de los tiempos. Y es que, tal y como afirmó el experto en Psicología del pánico, Albert H. Cantril, para mucha gente “el fin del mundo no solo constituye una proposición plausible, sino una eventualidad deseable”.

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