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Dividir para controlar

¿Eres de izquierdas o de derechas? ¿Del Real Madrid  del Barça? ¿Creyente o ateo? Si eres capaz de responder sin dudar a alguna de estas preguntas quizás puedas ser una víctima potencial de la manipulación política, o quizás ya lo estés siendo.
Lo cierto es que definir nuestras orientaciones políticas, religiosas, o de cualquier otra índole parece una necesidad social, una consecuencia lógica de vivir en una comunidad, pero quizás nada sea casual en este tipo de decisiones, y haya algún tipo de programación en éstas y otras cuestiones.

Teoría de juegos
Las cartas sobre la mesa las puso el matemático y Premio Nóbel de Economía, John Nash cuando estableció su "teoría de juegos". Las circunstancias históricas, cuando fue formulada, son muy relevantes, en pleno inicio de la Guerra Fría, con la posibilidad de un conflicto nuclear como telón de fondo. Nash consideraba que los individuos actuaban solo en función de sus propios intereses personales, dejando de lado factores como el altruismo o la solidaridad. Por tanto, establecían estrategias para alcanzar sus objetivos que implicaban, necesariamente, la competencia con sus adversarios. Una consecuencia natural de la teoría de juegos es que, precisamente, la confrontación puede hacer a las masas más manipulables.
Después de la Segunda Guerra Mundial , surgieron algunos estudios sociológicos que hurgaban en la psicología de los ciudadanos occidentales. Algunos de estos análisis fueron auspiciados por el controvertido Instituto Tavistock, fundado en 1920, al cual acudían empresarios y políticos para buscar formulas con el objetivo de influir en la opinión pública. En esta institución se gestaron algunas de las modernas técnicas de marketing. Una máxima de este nueva corriente era la de crear necesidades para luego aportar soluciones.
De todas estas líneas de pensamiento surgió precisamente la idea de la confrontación social. Mantener a una comunidad fragmentada y en una lucha constante es muy útil al establishment. La masa está distraída en un conflicto permanente, en muchos casos insustancial. Esta forma de desviar la atención permite a los que toman las decisiones actuar a su antojo, sin ser auditados por la opinión pública.
Un ejemplo claro es el sorprendente auge que han tenido los programas de prensa rosa durante estos últimos años precisamente caracterizados por una angustiosa crisis. El principal motor de estos espacios es la crispación y el insulto fácil entre los tertulianos. Mientras el espectador decide si tomar partido entre la Esteban o Matamoros, nadie se pregunta quien mete la mano en la caja.

Una dictadura sin lagrimas
La política entra de lleno en estas dinámicas. Quien se denomina abiertamente de izquierdas o de derechas suele asumir de forma acrítica todos los preceptos del partido de turno, como si de un auténtico lavado de cerebro se tratara. Los militantes que más alzan la voz suelen ser los más autoritarios, y también los que más reiteradamente repiten como loros los clichés propios de su orientación ideológica, haciéndolo además como si fuesen ellos mismos los que han tenido esa ocurrencia. Éstos últimos son los más manipulables, auténtico pasto para el Sistema.
Si el Sistema puede mantener esas mentes entretenidas nadie preguntará por otros asuntos, porque las cuestiones que se puedan suscitar dentro del contexto político solo se podrán responder desde ese ámbito. Y esa miopía condena a los individuos y los hace más esclavos de lo que creen.
Y esa guerra dialéctica nunca la ganará nadie, claro. A lo sumo, propiciará una satisfacción temporal. Porque, no nos engañemos, si el partido X gana unas elecciones, y esa situación se prolonga, será cuestión de tiempo que surjan disidentes que propicien un nuevo conflicto, y así eternamente. Al final, lo que importa no es lograr un objetivo sino el proceso. El proceso es lo que otorga auténtico significado a la causa. Aporta identidad y una causa existencial.
Entretanto, el Sistema venderá camisetas, chapas, libros, ropa, incluso financiará películas, documentales, música, etc.

¿Y qué o quienes son el Sistema? Nadie lo sabe pero todo el mundo intuye que existe. Quizás sea un conglomerado de lobbies corporativos, tanques de pensamiento, agencias de inteligencia y alguna suerte de gobierno en la sombra. Desde luego, no es nadie a quien tú o yo hayamos votado en las últimas elecciones.  

Comentarios

Ricardo Campo Pérez ha dicho que…
En el último párrafo faltan los medios de comunicación, que en ocasiones se comportan como mamporreros de ese sistema más o menos difuso, o directamente como perros guardianes. Interesante artículo: lo catalogaría como conspiracionismo suave (no me da la gana decir "light"), pero no con ánimo peyorativo, porque, sin llegar a las especulaciones de manicomio habituales, es sano ser un poco conspiracionista, en mi opinión, precisamente en un mundo donde todo es márketing, pose y adulación (o mercadotecnia, no sé si la palabra 'anglo' está aceptada por el RAE).

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