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Una historia sobre el control mental: La muerte de Frank Olson



El 28 de noviembre de 1953, Frank Olson (en la imagen de cabecera) cayó desde el décimo piso del Hotel Pennsylvania, en Manhattan, Nueva York. Las circunstancias que envuelven a este suceso siguen siendo un enigma aún a día de hoy, 65 años después. Algo que ha llevado a su hijo, Eric Olson, a una inacabable peregrinación para arrojar algo de luz a un asunto que ha señalado a la propia administración de Estados Unidos. En definitiva, una historia de David contra Goliath.

Una copa de cointreau en Fort Detrick
Frank Olson trabajaba en un proyecto de guerra química dentro de un programa secreto del ejército de Estados Unidos. La CIA necesitaba sujetos experimentales para llevar a cabo unas pruebas de ingesta de LSD  y Olson fue objeto de uno de estos ensayos aparentemente sin su consentimiento. Los hechos se iniciaron en un refugio secreto en Fort Detrick. Se convocó a algunos funcionarios para una reunión para la que los motivos reales nunca fueron desvelados. A los asistentes se les administró LSD en una copa de cointreau sin que lo supieran, y Olson tuvo un "mal viaje". A partir de aquel día empezó a tener delirios y a mostrar un estado de ánimo depresivo preocupante. Los responsables del experimento, entre los que se encontraban Robert Lashbrook y Sidney Gottlieb, decidieron, en vez de trasladarlo a un hospital, que lo observara un psiquiatra de la CIA, quien recomendó su internamiento en un psiquiátrico. A los cinco días encontrarían su cuerpo inerte en el suelo, frente a la fachada de un hotel, en pleno centro de Manhattan.
¿Un accidente, un suicidio o un homicidio? Es lo que se pregunta su hijo en el documental Wormwood, estrenado recientemente en la plataforma Netflix. Lo cierto es que fue en 1975, más de 20 años después del trágico suceso, cuando su familia supo que el fallecimiento se produjo tras la ingesta de LSD en Fort Detrick. A partir de entonces, Eric comenzó sus pesquisas. Una de ellas le llevó, en 1994, a contar con la experiencia del forense James E. Starrs, de la Universidad George Washington, para la exhumación y posterior análisis de los restos de su padre. Las conclusiones del experto fueron sorprendentes. El cráneo de Frank Olson presentaba una lesión en el cráneo, a la altura de la frente, compatible con la que sufriría alguien que es lanzado por un ventana y se golpea con el cristal. Además, el cuerpo presentaba múltiples cortes provocados por cortes de cristales, pero eran heridas que no sangraron, lo que llevó a Starrs a concluir que eran postmortem. ¿Olson estaba muerto antes de caer al vacío? El informe del forense sugería un homicidio. El fiscal de Manhattan abrió una investigación en 1996 pero no halló culpables.

Documento sobre la investigación oficial de las actividades secretas de la CIA 

La caja de los truenos la abrió la denominada "comisión Rockefeller", cuando en 1975, investigó s los sospechosos ensayos de control mental sobre individuos sin su consentimiento dentro de los que se terminaría por conocer como Proyecto MK-Ultra. El MK-Ultra fue el más ambicioso plan de la CIA para efectuar ensayos científicos dentro de su afán de renovar técnicas de interrogatorio para lograr confesiones, incluso alterar la voluntad de un sujeto a conveniencia.  Se inició en los años 50 y se desarrolló hasta mediados de los años 70, implicando a un centenar de instituciones públicas del país, fundamentalmente universidades y hospitales. Las historias que salieron a la luz durante la comisión Rockefeller parecían el guión de una película de terror. Los 20.000 documentos desclasificados en 1977 hablaban de casos  torturas y secuestros. Los experimentos combinaban técnicas de hipnosis, ingesta de drogas, electroshocks, privación sensorial, etc., ocasionando graves lesiones en los sujetos del experimento, cuando no la muerte, como fue el caso de Frank Olson.
La cuestión que estuvo en el epicentro de las indagaciones de la comisión Rockefeller era si las personas expuestas a estas prácticas eran conocedoras de lo que se estaba haciendo con ellas o si estaban siendo víctimas sin saberlo. Ello permitiría dirimir el grado de responsabilidad criminal de la CIA en la muerte de Olson. La comisión apuntó a un posible comportamiento criminal por parte de la CIA, lo que en 1975 propició las disculpas a la familia por parte del presidente Gerald Ford y una indemnización de 750.000 dólares.
Sin embargo, Robert Lashbrook, compañero de habitación de Olson, y última persona en verle con vida, aseguró en unas declaraciones publicadas en el New York Times el 18 de julio de 1975 que sí que sabía que formaba parte de un programa en el que, tiempo atrás, se le había puesto en conocimiento que iba a ser parte de este experimento y que la droga le sería suministrada en cualquier momento, y que Olson dió su consentimiento. Pese a todo, Lashbrook, según reconoce en la entrevista, nunca fue testigo de tal consentimiento. Se limitó a decir que sabía, por otra fuente, que así era.

El “candidato manchuriano”
La triste experiencia de Frank Olson fue la consecuencia de una serie de maniobras por parte de los servicios secretos estadounidenses por conseguir resultados fiables en sus experimentos con drogas. Las herramientas por arrancar la verdad de las mentes son una vieja aspiración de los gobiernos. Y desde luego, esta historia tampoco fué un camino fácil.
En la Edad Media, se intentó por todos los medios arrancar confesiones a quienes eran incómodos para el sistema. En 1487 se publicó en Alemania el Malleus maleficarum (martillo de brujas), un perfecto manual para la caza de brujas, indispensable para inquisidores y jueces.  Podríamos considerarlo como el primer intento de control mental.
El 1776, Franz Mesmer presentó su "baquet", un barril que proporcionaba débiles descargas eléctricas a quien lo tocaba. Sin embargo, algunos aristócratas aburridos, al sentirse atraídos por el invento, sufrieron convulsiones cuando entraron en contacto con él. Mesmer había descubierto el poder de la sugestión. Con éstos sistemas fraudulentos aseguraría curar graves enfermedades, pero lo cierto es que también servía para arrancar verdades.

Allen Dulles, ex director de la CIA y promotor del proyecto MK-Ultra

Con la llegada del siglo XIX, la hipnosis fue vista como una tentadora herramienta, no solo para obtener testimonios, sino también para manipular la voluntad de las personas. Las policías y la inteligencia empezaron a interesarse.
En los años 30 del siglo XX, el psicólogo George Estabrooks vio en la hipnosis una posible arma bélica. Algo que podría dotar a la persona de una nueva identidad y facilitar operaciones de infiltración. Si el sujeto era capturado, al no conocer su otro yo no podía decir nada. Estabrooks intentó llamar la atención por estas técnicas al ejército estadounidense, pero el interés llegó cuando se supo que la URSS estaba investigando en este campo. El neuropsicólogo ruso Alexander Luria estaba experimentando con falsos recuerdos,  propiciando conflictos emocionales mediante hipnosis. Se estaba iniciando una guerra que los americanos no querían perder y estaban dispuestos a investigar. ¡Y vaya que si investigaron!
En 1942, se creó la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), el que sería el servicio de inteligencia de Estados Unidos para la Segunda Guerra Mundial, antecesora de la CIA, cuyo principal promotor, el oficial William Jospeh Donovan, llegó a decir que "necesitaba todos los trucos y recursos ilícitos para usarlos contra los japoneses y los alemanes".
En 1942, la OSS invirtió 5.000 dólares en un programa de estupefacientes que se aplicaría a prisioneros alemanes. A principios de los años 50, la CIA acelera sus ensayos con drogas tras la captura de prisioneros estadounidenses por parte de la Corea comunista. Había un miedo creciente a que los soviéticos convirtieran a sus rehenes en robots, empleando privación sensorial, drogas y regresión hipnótica.. En esta época se empieza a acuñar la expresión "lavado de cerebro".  Cuando los prisioneros de guerra americanos empezaron a manifestar a su llegada a Estados Unidos que no recordaban nada de lo que había sucedido durante su cautiverio en Manchuria se desató un gran temor a que pudiesen haber sido programados para cometer asesinatos, a que se hubieran convertido en lo que posteriormente se denominó "candidatos manchurianos".

Una guerra por el control de las mentes
Allen Dulles, director de la CIA en 1953, institucionalizó los ensayos de control mental al declarar lo siguiente: "Luchamos por el control de las mentes y estamos perdiendo la batalla". Bajo su dirección se inauguró el proyecto Mk-Ultra mediante la firma de una orden secreta. El objetivo era investigar el dominio de la mente y su comportamiento, empleando los mismos métodos que los soviéticos.
En 1977, el subcomité del Senado de los Estados Unidos para la Investigación Sanitaria y Científica, presidido por Edward Kennedy, investigó las acusaciones a la CIA de experimentar con personas sin su consentimiento. Durante las sesiones se analizaron 16.000 páginas de documentos desclasificados relativos a ensayos llevados a cabo por la agencia de inteligencia entre 1953 y 1964. A lo largo del proceso se hizo patente el secuestro de la voluntad de los sujetos en estos experimentos, algo totalmente ilegal.
Las primeras pruebas con LSD, en 1953, se llevaron a cabo con estudiantes voluntarios. Faltaban 20 años para que la droga alucinógena alcanzara la popularidad y se terminara asociando a la contracultura y a los movimientos hippies, pero durante los primeros años 50, su uso estaba restringido al ámbito militar. La CIA vio tal potencial en aquella sustancia que hizo acopio de casi todas las existencias que había a nivel mundial, querían el monopolio del LSD.

El escritor Ken Kesey ("Alguien voló sobre el nido del cuco") fue una de las primeras "cobayas" en los experimentos de la CIA con LSD. En la imagen junto al mítico autobús de los "alegres bromistas".

Algunos intelectuales se ofrecieron como cobayas para experimentar con una sustancia que parecía provocar estados alterados de conciencia. Uno de los primeros voluntarios fue el escritor Ken Kesey. La droga transformó profundamente su percepción de la realidad y sufrió una conversión espiritual. En 1959, bajo esta inspiración, escribió la novela de culto "Alguien voló sobre el nido del cuco".  Posteriormente, se convertiría en el líder de la comunidad Los alegres bromistas, que recorrerían las carreteras americanas en un autobús, redescubriendo la naturaleza salvaje de Estados Unidos e iniciando un nuevo culto al LSD. Los alegres bromistas iniciaron el movimiento hippie, pero la auténtica génesis de esta nueva cultura estuvo en los experimentos químicos de la CIA y el ejército, precisamente en aquellos que representaban a la autoridad y a los que aborrecían los jóvenes de la época.
Después de los ensayos con voluntarios, los experimentadores se dieron cuenta de que había un error de base en el planteamiento de las pruebas: los sujetos eran conscientes de que estaban siendo drogados, lo cual desvirtuaba los resultados esperados. Entonces se fue un paso más allá y se decidió franquear otra línea roja: suministra las sustancias sin que el sujeto lo supiera, una práctica que estaba prohibida, en virtud del principio de Nuremberg, que establecía, después de la Segunda Guerra Mundial, qué tipo de prácticas deberían quedar erradicadas por parte de los gobiernos del mundo. Una de ellas, obviamente, era la experimentación con personas sin su consentimiento. Y aquí cerramos el círculo con la historia de Frank Olson.

Los manuales de tortura de la CIA
¿Se le advirtió o no de la toma del LSD? Si así fue, ¿se le informó adecuadamente de los efectos de la droga? ¿Había algún tipo de control en los experimentos por si algo salía mal? ¿Algún médico valoró si Olson era mentalmente estable para someterse a este tipo de pruebas? Aunque se le hubiese dicho con anterioridad que iba a ser sujeto a tal experimento, ¿se le debería haber recordado justo el día de la toma de la sustancia?
Sea como sea, el triste suceso de Frank Olson nos recuerda que en cualquier momento podemos ser títeres del establihsment, porque estas historias no son cosa de los lejanos tiempos de la Guerra Fría. El Proyecto Mk-Ultra se clausuró pero su legado ha continuado un recorrido a través de las agencias de inteligencia estadounidenses, cambiando las formas para obtener la verdad o modificar el comportamiento de una persona o de una sociedad a conveniencia, hasta tiempos recientes, incluso a día de hoy.

Imagen tristemente famosa de un prisionero iraquí torturado en la infame carcel de Abu Ghraib. A los presos se les aplicó descargas eléctricas, aislamiento sensorial, privación del sueño...Una herencia del programa MK-Ultra. De aquellos barros estos lodos.

Durante las navidades de 1989, el ex dictador de Panamá Manuel Antonio Noriega huyó a la embajada del Vaticano en su país ante la invasión de las tropas de Estados Unidos. Noriega, que había pasado en tiempo récord de ser aliado de los yankis a ser su enemigo bajo acusaciones de ir de la mano con el narcotráfico, aguantó su asedio, hasta que los militares estadounidenses procuraron forzar su entrega empleando un recurso nunca visto antes. A través de potentes altavoces situados justo enfrente de la embajada empezaron a sonar las canciones "Paranoid" de Black Sabbath, "Panamá" de Van Halen, y otras de grupos como Guns and Roses, The Clash o U2. El repertorio no era casual y había sido cuidadosamente seleccionado por el contenido de las letras. El rock duro y las condiciones de aislamiento que sufrió Noriega acabaron doblegando su voluntad y acabó saliendo del edificio para ser detenido.
Durante el asedio a la casa en la que se refugiaban los adeptos de la secta de los davidianos, en Waco (Texas), en abril de 1993, se emplearon potentes focos de luz por la noche. Se pretendía evitar el descanso de los miembros del grupo y obligarles a salir de su cuartel. Fue algo que no funcionó y acabó, como es sabido, con desafortunado asalto por parte del FBI que causó cerca de 80 muertes entre hombres, mujeres y niños.
En tiempos más recientes, en 2003, se hizo tristemente célebre la cárcel iraquí de Abu Grhaib, en la que la Policía militar de Estados Unidos, la CIA y contratistas militares relacionados con la ocupación del país llevaron a cabo horribles torturas a los presos iraquíes. Se dieron episodios de prácticas sádicas en las que simplemente se practicaba abiertamente la violencia, o se buscaba despojar al prisionero de toda dignidad orinándole encima. En algunos casos, se procuró obtener información de los prisioneros mediante técnica más refinadas de torturas, siguiendo un polémico manual de interrogatorios de la CIA que era un legado directo de programas como el Mk-Ultra . Una de esas prácticas consistía en poner, durante 24 horas al día, música estridente de grupos como Metallica o la sintonía del programa infantil Barrio Sésamo.
Algunos de estos manuales de torturas, como el KUBARK, fueron publicados en 1963 y eran una consecuencia directa del programa Mk-Ultra. Entre 2002 y 2005 se aplicaron estas técnicas en los interrogatorios a los prisioneros de Irak. Su práctica levantó un gran revuelo mediático y social cuando se hicieron públicas tras una desclasificación de documentos del Pentágono, en 2009. Obama ya era presidente del país, y aunque no dirimió responsabilidades, prometió que no se llevarían a cabo estas técnicas de interrogatorio.
Los  interrogadores profesionales de la CIA, ahora con los organismos que velan por el cumplimiento de los derechos humanos pegados al trasero, han suavizado las técnicas para obtener información de los prisioneros de guerra. Sin embargo, algunos expertos aseguran que ahora todo es más confuso, los terroristas no hablan y se ha incrementado el riesgo para la seguridad internacional.
Esto nos lleva a la siguiente cuestión: Al margen del carácter abiertamente inhumano de estos procedimientos para obtener la verdad, ¿eran técnicas eficaces? ¿La injusta y trágica muerte de Frank Olson fue en vano? 


Fuentes:
Serie Wormwood (Netflix)




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