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Los Rodeos. Leyendas de una tragedia

Puesto de vigilancia, a la entrada de la base militar de Los Rodeos


Recién cumplido el 42 aniversario del terrible accidente aéreo de Los Rodeos, solemos echar un vistazo a las historias inexplicables que tanto generó el desastre. Pero en esta ocasión, este post viene justificado por la aparición de nuevos testimonios e historias que se vienen a sumar al folclore de este suceso que engrosarán la leyenda para siempre. Estamos seguros de que dentro de diez o veinte años, seguiremos revisitando el asunto y no dejaremos de asombrarnos.

Niños fantasmas
Recordamos a nuestros lectores que en 2007 publicamos un artículo en la revista Año Cero en el que recogíamos los testimonios de varias personas que durante el curso de una instrucción militar tuvieron encuentros con un niño o una niña de aspecto fantasmal. Eran historias que nos remitían a la leyenda de la "niña de la garita". Publicamos el relato de un joven que se encontraba haciendo el servicio militar, a mediados de los años 90, en la base militar anexa al aeropuerto de Los Rodeos. Una noche, en torno a las tres de la madrugada, se encontró con un niño de aspecto pálido y que portaba un camión de juguete, según su testimonio, y que le cruzó por delante a una decena de metros para después perderse entre las sombras de la noche.  El testigo, tras sopesar lo absurdo de aquel encuentro, abandonó indebidamente su puesto de vigilancia para ir en busca del pequeño, aunque sin éxito. De vuelta a la base, sufrió una crisis de ansiedad, según nos contaba, debido a la impresión que le causó aquella extraña experiencia. No fue el único testimonio que recogimos de boca de un ex militar,
Una mujer nos relató que, durante unas maniobras militares nocturnas en el monte de Las Raíces (cercano a Los Rodeos), en el año 2004, fue alertada por un compañero que, visiblemente asustado, le aseguraba que había visto a una niña con camisón blanco, larga melena oscura y unos penetrantes ojos azules. "¡He visto una niña! ¡He visto una niña!". Aún resonaba aquel eco en la cabeza de nuestra testigo. Salieron en busca de la pequeña aunque el intento fue en vano.
Recientemente, se pudo en contacto con nosotros Josué, una persona que hizo el servicio militar en la citada base de Los Rodeos, en 19 94. Nos cuenta que cerca de la valla del perímetro de la base hay una garita, donde se puede observar "un disparo en la pared fruto del estado de ansiedad que tuvo un soldado que vio una niña pequeña llorando a las tres de la mañana". Asegura que hay ciertos lugares de las instalaciones en los que es muy difícil permanecer: "Por las noches dormíamos en la planta del sótano de la base, ya que en la planta de arriba era imposible estar ni un solo minuto. Se sentía una gran ansiedad y un frío muy desagradable...no sé cómo describirlo".  También relató sensaciones opresivas: "Una noche intenté levantarme de mi cama y sentí una fuerte presión en el pecho que no me dejó incorporarme  Estuve llamando a mis compañero pero no me oían, y eso que estaban a escasos dos metros de mí. No lo entendía. Cuando pude incorporarme, pasados unos segundos, fui a hablar con un compañero.  Le pregunté si no me escuchaba y  me respondió que no pero que a él le había pasado algo parecido hacía un rato".

Un exorcismo en el cuartel
Podrías pensar que se trata de una mera experiencia subjetiva, algo relacionado con sensaciones imprecisas de inseguridad o miedo, pero la cosa fue algo más allá cuando, según nos trasladó Josué, un compañero entró pánico tras observar una escena perturbadora: "Uno de mis compañeros se quedo dormido en el salón del cuartel, entrando a la izquierda y cuando despertó vio en la pantalla de la televisión el reflejo de un grupo de personas que llenaban la sala". Al darse cuenta de que aquello era imposible, huyó despavorido de la estancia.
La cosa debió de llegar a un clímax preocupante ya que, según mi interlocutor, desde el cuartel se llegó a solicitar la visita de algún cura que bendijera aquellas instalaciones: "A mediados de 1994 se realizó un exorcismo por parte del cura de una iglesia de La Laguna. Según sus palabras, allí había algo y no era poco. Por lo visto, la cosa no funcionó para nada ya que había dejado unas velas que no se podrían apagar mientras durara el exorcismo. Pero no pasaba un minuto y todas se apagaban".
Se me antojó un detalle muy curioso éste del exorcismo, así que le inquirí para que me diera más detalles, por ejemplo, el nombre del párroco que había llevado a cabo tan extraño –y poco ortodoxo– ritual. "Lo siento pero no recuerdo el nombre. Era alguien importante, como una especie de obispo. El exorcismo se hizo en la cafetería del edificio y duró unas dos horas. La cafetería está entrando a la derecha. Recuerdo que puso una velas de colores en forma de espiral y dijo que se iba y que las dejaba a ver si no se apagaban, y que si se apagaban no valdría para nada, Pues nada mas irse entramos a mirar y se habían apagado", respondió.
Una historia más para el ya abultado inventario de leyendas asociadas al escenario del accidente. El cuartel se encuentra tan solo a unos cientos de metros del aeropuerto. Todas estas experiencias se pueden resolver rápidamente con una explicación racional, mayormente, apelando a la sugestión que produce el conocimiento de las implicaciones de semejante tragedia y, posiblemente, de la leyenda del espíritu de la niña perdida de la que presuntamente jamás se supo al no encontrarse su cuerpo entre los restos del accidente. Posteriormente, ésta sería la protagonista de la historia de la niña de la garita.

Hangar de la base militar anexa al aeropuerto de Los Rodeos

Más impactante, si cabe, es el asunto del exorcismo en la base militar. Por un lado, porque no sabemos hasta qué punto se pueden prestar las autoridades eclesiásticas a tal práctica por estos motivos. Pero sobre todo porque llama la atención la forma de llevarlo a cabo, con esa serie de velas de colores colocadas en espiral, algo que recuerda más a un ritual pagano que católico.
En cualquier caso, la historia está ahí, y la hemos recogido con todo el interés, sabedores de que al hacerla pública a través de este humilde medio habremos contribuido a engrosar el particular folclore emanado del accidente de Los Rodeos, y que es posible que, dentro de unos años, cuando inevitablemente revisemos las historias y leyendas asociadas a la catástrofe, veremos que ésta se habrá incluido en algún anecdotario paranormal, alguna antología de hechos insólitos o alguna monografía sobre el accidente. Algo que hemos aprendido con este asunto es que cuando sucede un acontecimiento de esta magnitud, realidad y leyenda acaban relacionados inextricablemente, quizás porque en la necesidad de la elaboración del relato, una explica a la otra.



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