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El Roque Cano fue el escenario para la aparición de una extraña luminaria |
Existen
centenares de testimonios que se refieren a ellas. Por lo general son descritas
como focos luminosos que deambulan al nivel del suelo por zonas rurales. Su
tamaño varía entre el de una pelota de tenis y el de una de baloncesto. Suelen
adoptar un color entre el blanco y el amarillo. La observación suele ser de
unos segundos pero puede llegar ser de varios minutos. En ocasiones denotan un
comportamiento aparentemente inteligente, acercándose al testigo e, incluso, y
si hacemos caso a los testimonios disponibles, a perseguirlos. La observación,
en algunos casos, puede venir acompañada de un leve zumbido.
Este podría
ser el retrato robot de un fenómeno que ha ocupado durante años a numerosos
investigadores de lo extraño. Los lugareños suelen convivir con estas historias
de una manera natural. En un intento por explicar el origen de las luces acuden
a la tradición popular que suele hablar de almas en penas o de lugares que
esconden tesoros.
Lo cierto es
que en este caso podemos afirmar que nos acercamos a algo real, tangible. No se
trata de una experiencia psicológica. Las luces parecen existir y dan la
posibilidad de ser sometidas a algunos análisis. Prueba de ello lo es el
experimento de Hessdalen. En este valle de la geografía noruega, las luminarias
sin identificar parecen salir de debajo de las piedras. Este hecho llegó a
causar cierta alarma entre los residentes del valle a principios de los años ochenta.
El pico de actividad llegó a alcanzar los veinte informes por semana. El
investigador Erling Strand, de la Universidad de Oestfold, intervino en el estudio
e instaló una estación automática de medición en 1998. Cientos de fotografías
relativas a extraños focos han sido obtenidas para asombro de curiosos e
investigadores. El enigma de Hessdalen aún sigue abierto.
En la Península Ibérica
podemos destacar la emblemática Luz del Pardal, en Albacete, y en Canarias, más concretamente, tenemos un
buen catálogo que ha hecho las delicias de los estudiosos. Hemos indagado en
algunas de las más desconocidas. Nuestra labor nos ha llevado a la isla de la
Gomera.
La luz del
Roque Cano
Me enteré de
su existencia a través de un familiar cercano y aproveché una visita a la isla
colombina para recoger más datos. Todo apuntaba a que se trataba de otra de
esas luminarias misteriosas que recorren los caminos asustando a los lugareños.
Sin embargo, hasta donde yo había podido averiguar, no existía información por
escrito sobre este fenómeno en particular ni parecía que se hubieran registrado
los numerosos testimonios e historias relativos a él. Estábamos ante un caso
inédito.
El escenario
es el frondoso valle en el que se ubica el pueblo de Vallerhermoso, en la parte
norte de la isla. La entrada está presidida por un solemne peñasco denominado
Roque Cano. Desde hace al menos setenta años se han producido numerosos
avistamientos de un pequeño foco que se ha presentado en las cercanías de esta
formación rocosa para hacer un recorrido que se ha repetido de manera
impenitente.
Eustaquio Ventura, cronista de Vallehermoso, junto al autor |
Muchos vecinos
de Vallerhermoso son dados a hablar de esta historia y pude constatar que,
sobre todo los mayores, recuerdan haber observado las evoluciones de la luz del
Roque, en muchos casos aportando ricos detalles. Tuve la fortuna de dar con el
ya fallecido cronista del pueblo, Eustaquio Vera; un señor que a sus ochenta y
tantos años conservaba una memoria prodigiosa y gracias al cual pude obtener
una jugosa información sobre ésta y otras historias.
“Yo era pequeño entonces… La luz se veía en la misma carretera. Asomaba
por Buenavista. Lo que extrañaba era la velocidad a la que se movía, superior a
la que podía caminar una persona”, declaraba don Eustaquio. Sus recuerdos
se remontan a cuando apenas contaba con 10 años de edad; en torno a 1928 o
1930, mucho antes de que se hablara de ovnis, foo fighters o bolas de plasma. Una época que mi interlocutor
recuerda como de especial dureza, cuando el hambre era moneda corriente y la
gente se movía a pie, caminando grandes distancias. Muchas veces lo hacían por
la noche, a través de caminos solitarios o cañadas a duras penas habilitadas.
En no pocas ocasiones, las caminatas se hacían atravesando la densidad del
bosque. En la espesura de la noche, los encuentros con lo insólito podían estar
garantizados. En este caldo de cultivo, no era de extrañar que las historias
relativas a sucesos misteriosos circularan libremente.
De hecho, la convivencia de los
vecinos con la luz del Roque se hizo extrañamente familiar. Don Eustaquio
confirma que en aquella época la veía casi todo el mundo, y aunque nadie pudo
dilucidar su origen, la gente del pueblo llegó a acostumbrarse a su presencia
que, en algunos periodos del año, llegó a ser diaria.
Historias de encuentros cercanos
con esta luminaria hay muchos. El cronista me relata la de un caminante que iba
con su burro proveniente de la vecina localidad de Las Rosas, cuando fue
“adelantado” por la luz del Roque. “Él
decía que vio venir una luz. Pensó que podía tratarse de alguien con un
farolillo. Pasó por al lado de él pero no vio quien la llevaba. La luz siguió
de largo”.
Florencia Sierra fue otra testigo
del fenómeno. Según relata, pudo observarlo muchas noches y siempre hacía el
mismo recorrido. En este caso los avistamientos se trasladan a un periodo que
sitúa entre 1953 y 1954, siendo ella una cría.
“Por la noche, a partir de las diez, se veía una luz que bajaba y subía y terminaba
en una ermita (de la Pilarica )
y nadie sabia qué era. La luz partía del roque, iba a Morera (un pueblo
cercano), después volvía al roque y de allí a la ermita del Pilar y allí
desaparecía. La gente iba a ver lo que era y no había nada. Se veía desde las
casas. Se veía todas las noches. Cuando yo la vi, tenía 10 años”, afirma
Florencia.
La luz hacía su aparición a diario
y haciendo siempre el mismo recorrido. Nuestra testigo la describe como “la luz de un farolillo, redonda y de color
amarillo”. Suscribe el hecho de que el fenómeno compartiera la vida
cotidiana de los vecinos: “La gente se
llegó a acostumbrar a ver eso, era como normal. Eso lo vio el pueblo entero”.
Generalmente, la explicación que se le daba era que aquello debía tratarse de
un alma en pena. Al respecto, Florencia me cuenta un suceso que estaría
presuntamente en el origen de este fenómeno. Se refiere al un grupo de gitanos,
que se dedicaba a la venta ambulante en los pueblos, que fue asaltado por unos
desconocidos. Aquellos fueron asesinados y se les robó todo el género. Las
observaciones de la luz serían debidas por tanto a las manifestaciones de sus
espíritus.
Tampoco
faltan las voces más pragmáticas en el propio pueblo a la hora de resolver este
enigma y hay quien lo achaca todo a las acciones furtivas de un revolucionario.
Se llamaba Salvador y era buscado por la Guardia Civil. Era bastante
conocido el pueblo. Salvador se escondía en el Roque, aunque por la noche
bajaba al pueblo a buscar comida y luego regresaba. Según Florencia “eso ocurrió en la misma época en la que se
veía la luz” aunque, como ella misma reconoce, Salvador fue apresado y la
luz del Roque siguió observándose por las noches. Ello fue así durante unos
cuantos años hasta que “un día dejó de
verse, no se sabe por qué”. Casi tan misteriosa fue su desaparición como su
presencia.
La luz de la Dama
Paralelamente, las historias
sobre luces de ánimas nos llevan a la localidad de la Dama , a unos pocos kilómetros
de distancia, en el suroeste de la isla colombina. Eustaquio Ventura nos regala
algunos relatos sobre sucesos que habrían tenido lugar en este paraje: “Yo conocí un señor serio que me hizo el
cuento. Había allí, en la
Vega Abajo , una ermita de José Gregorio
Hernández, el doctor venezolano. Bajo la ermita hay unos pajares, donde dejaban
las reses, las yuntas…y tenían que ir a medianoche para llenarles el estómago a
los animales ya que estaban todo el día sin comer. Y claro, ese hombre tenia
una vaca que se le puso de parto, fue y se lo dijo a la mujer, que tenían que
ir para ayudar al parto de la vaca. Total, que no se a qué hora sería, creo que
más bien de madrugada, el hombre bajó a un llano y vio a la subida de un
barrio, Santa Catalina , en la curva de la carretera una luz fuerte y pensó que
era un vecino que iba a Chipude a coger la guagua que lleva a San Sebastián.
Entonces, como esta gente era muy hospitalaria, le dijo a la mujer que preparara
café y una copita de coñac que’ voy a llamar a aquel cristiano para que tome
algo’. Cuando salio de la puerta la luz estaba en la orilla del patio. Le habló
pero la luz no hizo ningún gesto ni ruido ni nada…Cuando fue a mirar otra vez
ya la luz no estaba”.
Algo
parecido le ocurrió a dos amigos que cierta noche, a las dos de la madrugada,
se encontraban en una cementera. Según me cuenta Ventura, ambos estaban al
tanto de las observaciones extrañas que se habían producido. “A uno de ellos le dieron ganas de ir a
orinar. Salió fuera y vio algo que no le cuadró”. A no más de 20 metros tenía a la
luminaria. Al momento entró en el inmueble para avisar a su compañero:
“¡Compadre, asómese para que vea!”. La luz se alejó ante los atónitos testigos
y se perdió en la oscuridad.
Un joven
del lugar tuvo un grave encontronazo con el fenómeno. Cierta noche, circulando
con su coche, la luz se le posó en el capó. El muchacho le comentó a Eustaquio
que milagrosamente no se mató. Fue tal el temor que sintió desde aquel día, que
no era capaz de ir sólo en su vehículo y muchas veces prefería viajar en taxi.
La
tradición popular terminó asociando las extrañas apariciones con la situación
de un tesoro, origen legendario de muchas luces populares reportadas en otras
partes del mundo. En este caso, tres amigos que fueron a buscar un tesoro
enterrado en la playa de la Dama
acabaron discutiendo sobre el reparto del botín. Dos de ellos murieron en una
reyerta y el tercero escapó con las manos vacías al desconocer la localización
del tesoro. También aquí, según la versión de la historia, encontramos
referencias a almas en penas; las de los dos individuos cuya avaricia les llevó
a vagar eternamente por los caminos que conducen a la playa. Al margen del interés
que suscite el fenómeno físico, se trata de leyendas con una carga moral
innegable.
Las
observaciones de luces errantes en los campos y bosques de la Gomera , tal y como ha
ocurrido en el resto del mundo, se han ido diluyendo con el paso de los años dejando
un legado repleto de testimonios y registros que los investigadores tenemos la
ocasión de seguir analizando. La llegada de la modernidad dio luz a los caminos
y los reportes han desaparecido. Sería tentador, por tanto, reducir el fenómeno
a una mera cuestión psicosocial. Sea como sea, los testimonios están ahí,
llamando nuestra atención. Aún estamos a tiempo de recuperarlos y analizarlos
sin prejuicios antes de que pasen a dormir el sueño de los justos.
Luminarias extrañas en todo el archipiélago
“Ocurrió en el moyero de Guillermo Mesa. El moyero es ese lugar de
donde se sacan todas las piedras de la tierra. Allí se encendía una luz a la
una o dos de la mañana, una luz muy intensa. Los vecinos tuvieron conocimiento
de esa luz. Lo comentaron. Este señor se enteró de que esa luz se encendía en
su propiedad. Ese hombre un día la vio, se armó de valor y fue hasta ese sitio
y la luz desapareció. Empezó a apartar las piedras y se encontró con una caja y
esa caja contenía monedas de oro”. Es la historia relatada por Domingo
Rodríguez, cronista de Santa Úrsula, pueblo situado en el norte de Tenerife. Lo
narraba de una manera tal (con nombres, apellidos y datos concretos) que uno
podría pensar que los hechos tuvieron lugar de la forma en que fueron
relatados. Y posiblemente, en esencia, así debió suceder. Rodríguez me contó el
encuentro de un vecino conocido en el pueblo con un extraño fenómeno luminoso
que en Canarias ha tenido lugar centenares de veces.
De necesidad es, si hablamos de
luces populares en Canarias, referirnos a la Luz de Mafasca, en Fuerteventura; posiblemente,
la más conocida. La cantidad de detalles ha sido tal que, como ejemplo, tenemos
la descripción que hace Antonio Marichal Bueno, Jefe del Servicio Meteorológico
del Aeródromo de los Estancos, quien en 1950, tras un espectacular encuentro
con la luz, relató lo siguiente: “Tenía
una forma redonda cuyo tamaño sería del foco de una linterna y un color
blanquiazul bastante brillante; en estas condiciones la observé durante unos cinco
minutos y a una distancia aproximada de sesenta metros. Acto seguido, se vino
hacia donde yo estaba ‘posándose’, si así podemos llamarlo, en el copo de una
higuera que se encontraba a unos nueve metros. Entonces aumentó su tamaño hasta
llegar a obtener unos cuarenta centímetros de diámetro, siempre completamente
redonda y un color, entonces, de un blanquiazul que tenía en un principio un
color rojizo, como si tuviera llamas en su centro. También observé que, al
llegar al máximo de su tamaño, se desprendían unas chispas por toda su
periferia –definiéndolo vulgarmente- como lo que sucede al afilar una
herramienta en la piedra de esmeril, que dejaban de brillar dichas chispas a
unos veinte centímetros del disco y sin dejar rastro alguno. Una vez ocurrido esto
y pasados unos nueve minutos volvió a su primitivo estado viéndolo desaparecer
a ras de la tierra a gran velocidad. Cuando llegó al máximo de su desarrollo,
la iluminación fue tan extrema que el campo quedó completamente iluminado”.
¿Un fenómeno físico inexplicado?
Grabado del siglo XIX en el que aparece un rayo en bola |
Los intentos por explicar la
naturaleza de las luces populares no han sido pocos. Una de las apuestas es la que nos remite a
los rayos en bola o rayos globulares; una especie de descarga eléctrica que
adopta forma esférica en momentos en los que la atmósfera está cargada (ioniza
el aire) y hay humedad en el ambiente, es decir, sobre todo con tormentas
aunque también se pueden producir con tiempo seco. Lo escurridizo del fenómeno
ha hecho muy complejo su estudio y aún no se comprende muy bien bajo qué
condiciones concretas tiene lugar. El investigador canario Ricardo Campo hace
en su libro Luces en los cielos una
radiografía de este curioso fenómeno físico: “Algunos de estos informes describen formas luminosas esféricas, de
vivos colores, que se desplazan rápidamente o quedan estáticas. Su diámetro
puede oscilar entre los 20 y los 30 centímetros . Sus movimientos son erráticos e
independientes en ocasiones de la dirección del viento y de la gravedad. Un
color muy repetido es rojo anaranjado y se han podido computar velocidades
superiores a los 100 km/h .
Su anómala duración roda los 10 segundos, quizás el aspecto que más intriga a
los investigadores. Puede producir sonidos semejantes a zumbidos y desprender
un olor que recuerda al azufre. En ocasiones ha interferido emisiones de radio,
además de dejar huellas en el suelo y afectar a seres humanos con parálisis y
quemaduras. Su capacidad destructiva puede llegar a ser muy grande. En otros
casos ha penetrado en las casas a través de las ventanas sin causar agujeros en
el cristal. En otras ocasiones pasó cerca de una persona y ésta no notó calor,
mientras que en otras resultó quemado, o material combustible se inflamó. Puede
desaparecer tras una sonora explosión o bien silenciosamente.”
Comentarios
Del todo inexplicable, tanto la dirección como la velocidad de esa «bola de luz»
No había oído hablar jamás del fenómeno y me dejó atónita.
Lo juro por Dios
Si lo prefieres escríbeme a mi email: alfonferrer@yahoo.es
Gracias. Un saludo.