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Los sectarios del "amor libre"

Performance del grupo artístico de Otto Mühl
El pasado día 27, falleció en Portugal Otto Mühl, el artista austriaco que fundó una secta en el sur de La Gomera en la que se practicaron abusos de menores. Con motivo del óbito, rescato un artículo sobre Mühl y su secta que en su día publiqué en el diario de sucesos Caso Siete:

La Gomera ha sido, y sigue siendo, el lugar preferido para muchas comunidades que se mueven en la cultura de lo alternativo y la new age. La mayoría de ellas son inofensivas y buscan un lugar apropiado para la práctica de la meditación y las terapias alternativas. En el caso de la comuna AAO, afincada en la playa de El Cabrito durante los años 80, la cosa se fue de las manos y su líder, Otto Mühl, acabó con sus huesos en la cárcel acusado de abuso de menores.


Cuando el grupo liderado por el artista austriaco Otto Mühl llegó a El Cabrito en 1987, creyó descubrir un auténtico paraíso terrenal, el lugar al que habían aspirado después de una odisea de 20 años en el que habían recorrido numerosos lugares de Europa. El paisaje, la tranquilidad y el hecho de estar lejos de todas las miradas hacían de aquella playa, situada en el sur de La Gomera, un enclave apropiado para llevar a cabo su particular política del “amor libre”. Ela AAO (Organización de Análisis Accional), el nombre de la comuna, estaba implantada a través de 20 grupos en Europa pero fue el de El Cabrito el que dio mucho mucho que hablar.

Histrionismo y contracultura
A principios de los años 70, Mühl había destacado como uno de los principales exponentes del denominado ‘Accionismo Vienés’, una polémica corriente artística que basaba sus preceptos en romper lo estático; dotar de vida al arte a base de histriónicas perfomances que fueron grabadas por el artista a través de numerosos cortometrajes. El paroxismo al que llevaba a su grupo buscaba franquear todas las barreras morales y convencionalismos, era un grito contra la sociedad conservadora austriaca. En sus espectáculos, muchas veces en vivo, los actores ejecutaban acciones grotescas y llegaban extremos como los de sacrificar a un pollo y descuartizarlo en público, defecar en el escenario, escenas de sexo explícito o simular mutilación de genitales. Las puestas en escena de Mühl tocaron techo cuando los espectadores llegaban a irrumpir en el espectáculo para recriminar a los artistas. Fue entonces cuando el provocador Mühl decidió pasar página e ir un paso más allá. Su inconformismo hacia el capitalismo y lo socialmente establecido se transmutó en algo aún más vivencial que sus obras artísticas. Decidió convertirse él mismo en el paradigma de aquello que intentaba transmitir.
Por aquel entonces, en 1970, contaba 45 años y convivía con un grupo de jóvenes artistas en un piso de Viena. En 1973 realizó un viaje a Estados Unidos. Cuando regresó, descubrió que su novia lo había dejado. Fue entonces cuando decidió implantar su doctrina del amor libre. A partir de aquel momento, todo sería de todos, incluyendo las parejas sentimentales de cada cual.
En 1978 se discutió el serio problema económico por el que pasaba el grupo y se decidió pasar a la propiedad privada. Fue en este momento cuando el patrimonio de la comunidad experimentó un espectacular crecimiento al hacer inversiones en negocios de seguros e inmobiliarias. Posteriormente, en 1986, Mühl y sus seguidores se instalarían en La Gomera, retomando la vida comunal en la que todo se compartía.

Playa de El Cabrito
Del psicoanálisis al marxismo
La comuna AAO basaba en su forma de vida en una mezcla del psicoanálisis desarrollado por Wilhelm Reich, discípulo de Freud, y doctrinas marxistas, mostrando un total rechazo a la propiedad privada y a figuras como el matrimonio. Según Mühl, el hombre occidental es presa de su forma de vida acomodada, basada, en gran medida, en el modelo tradicional de familia. Había, por tanto, que romper estas ataduras y liberar al ser humano potenciando su particular dinámica del “todo con todos”. De esta manera se evitaba crear cualquier tipo de vínculo afectivo individual que diera lugar a una familia estable. Cada miembro de la comunidad debía practicar el sexo cinco veces diarias, siempre con parejas diferentes. Así, todos y cada uno de los adeptos de Mühl acababan copulando unos con otros, sin excepción, eso sí, evitando relaciones homosexuales. No había lugar al rechazo de la pareja que a uno le hubiera tocado, por muy poco apetecible que ésta le pareciera.
Obviamente, siempre había parejas más deseables que las demás, lo que propiciaba que fueran las más solicitadas. Esta dinámica motivó una competencia subrepticia por la pareja más atractiva que, a la postre, constituiría el principio del fin del sueño de la AAO. De manera inevitable, se constituyó un grupo de privilegiados, El Círculo Interior, formado por el propio Mühl y las personas más allegadas a él. Éstos tenían más libertad para elegir la pareja con la que querían pasar las próximas horas. Lógicamente, esta actitud les pareció a muchos un comportamiento despótico y fue el origen de algunas tensiones. Casi sin quererlo, se fueron formando parejas más estables dentro de la comuna. La tan denostada fidelidad parecía entrar ahora por la puerta de atrás.

El rey de El Cabrito
Paradójicamente, en 1988, Mühl se casó con una de las mujeres del grupo, Claudia Wissenstenier, con quien había tenido un hijo en 1985 de nombre Atila. El austriaco se constituyó en una especie de reyezuelo en aquel rincón de La Gomera que se permitía incluso el lujo de practicar el derecho de pernada con las mujeres que tuviera a consideración. Así, apareció la paradoja de una jerarquía en una sociedad de inspiración marxista. Los años iban pasando para los miembros de AAO y las mujeres iban teniendo hijos. Se planteó entonces el problema de la descendencia y la iniciación sexual de los más jóvenes. Mühl lo resolvió rapidamente; sería él mismo quien iniciara a las chicas y Claudia, a los jovencitos.
Las disputas en el grupo por éstos y otras actitudes reprobables llegaron a tal punto que el artista abandonó El Cabrito, siendo detenido por las autoridades austriacas con cargos de abuso de menores, abuso de autoridad y administración de drogas.
Durante el juicio, en Austria, el 14 de noviembre de 1991, fue crucial el testimonio de una adolescente, Anna, de 17 años que había sido “iniciada al sexo” por el vienés cuando solo tenía 13 años. Al serle preguntada si lo hizo por su propia voluntad o ser forzada a ello, respondió que “era muy difícil responder a aquella cuestión”. Al principio mostró rechazo a acostarse con el líder del grupo, pero era tal la presión de los adeptos, incluso de gente muy allegada a ella, que terminó por ceder. Le decían que “debería de sentirse orgullosa de haber sido elegida por Otto”. Sorprendentemente, se encontró aliviada después de haberlo hecho al ser aplaudida por la comunidad.
Mühl fue condenado a siete años de cárcel. Tras cumplir su condena, estableció su residencia en la localidad de Faro, en Portugal, en 1997, con 72 años de edad. Allí, a pesar de padecer la enfermedad de Parkinson, ha estado experimentando nuevas técnicas artísticas como la denominada “Electric Painting Films”.

Reconversión capitalista
Después de 1991, la comuna de El Cabrito se reconvirtió en un próspero negocio de turismo ecológico. Algunos de los que formaron parte del grupo, abandonaron el lugar, pero otros enterraron las particulares ideas de la AAO y se convirtieron en empresarios. El entramado mercantil de El Cabrito se encuentra concentrado en el grupo Lili Gomera S.A.
Desde entonces, sobre todo durante los años 90, El Cabrito explota sus bondades paisajísticas ofreciendo alojamiento a los turistas y siendo un espacio para muestras artísticas. Artistas como Almut Linde, Manuel Sedeña o Santiago Sierra han expuesto en El Cabrito.
También se habrían sentido seducidos algunos políticos y empresarios bien conocidos de las islas. Algunos de ellos incluso habrían sido invitados por el propio Otto Mühl a la Opera de Viena con todos los gastos pagados.
El líder de AAO acumuló unas ganancias de 200 millones de marcos, dejando parte de ese capital en La Gomera. Esto hizo que la comuna no fuera mal vista por las autoridades locales. Ni siquiera  por parte de los vecinos, que terminaron por bautizarlos como los “mormones”.

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