Los astronautas piden a la ONU que implante una estrategia para afrontar el posible choque de asteroide a nuestro planeta. La Asociación de Exploradores Espaciales (ASE), un ente con sede en Houston que agrupa a 320 astronautas de 34 países, considera este peligro como verdaderamente real.
Manifiestan que, en este momento, deben existir unos 5.600 NEOs, u Objetos Cercanos a la Tierra. En los próximos 15 años, según indican, se descubrirán cerca de 500.000. El caso es que ahora mismo "varias docenas presentarán un riesgo incómodamente alto de infligir devastaciones locales o regionales".
Este escenario obliga a tomar medidas ya mismo y establecer un marco internacional en el que la información sea compartida y se estudien sistemas para desviar o destruir al asteroide.
Lo destacable de este llamamiento es que se dirija a la ONU. De hecho, el organismo internacional está tomando cartas en el asunto y, sin ir más lejos, en el próximo mes de febrero organizará una reunión para estudiar el problema.
El profesor Richard Crowter preside el Grupo de Trabajo de Naciones Unidas para Objetos Cercanos a la Tierra. El experto considera que este es un problema que habrá que tomarse muy en serio: "El problema es que se trata de un solo incidente, pero que puede provocar un gran número de víctimas”.
En unas declaraciones efectuadas a la BBC añade: "Es una responsabilidad que la ONU tiene que asumir en los próximos dos o tres años. La clave es establecerlo antes de que haga falta, cuando la gente todavía es razonable y objetiva".
Según un informe que maneja el profesor Crowter: "El impacto de uno de ellos pudo haber sido la causa de la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años; el que cayó en Tunguska, en 1908, provocó un incendio de 2.000 kilómetros cuadrados en Siberia, suficiente para reducir a cenizas una ciudad como Nueva York"
La llegada de un gran meteorito se podría producir en algún momento futuro y se sugiere que se vigilen estrechamente rocas como el Apophis, cuya máxima proximidad está prevista para 2036, con una probabilidad de colisión de 1 entre 40.000.
Manifiestan que, en este momento, deben existir unos 5.600 NEOs, u Objetos Cercanos a la Tierra. En los próximos 15 años, según indican, se descubrirán cerca de 500.000. El caso es que ahora mismo "varias docenas presentarán un riesgo incómodamente alto de infligir devastaciones locales o regionales".
Este escenario obliga a tomar medidas ya mismo y establecer un marco internacional en el que la información sea compartida y se estudien sistemas para desviar o destruir al asteroide.
Lo destacable de este llamamiento es que se dirija a la ONU. De hecho, el organismo internacional está tomando cartas en el asunto y, sin ir más lejos, en el próximo mes de febrero organizará una reunión para estudiar el problema.
El profesor Richard Crowter preside el Grupo de Trabajo de Naciones Unidas para Objetos Cercanos a la Tierra. El experto considera que este es un problema que habrá que tomarse muy en serio: "El problema es que se trata de un solo incidente, pero que puede provocar un gran número de víctimas”.
En unas declaraciones efectuadas a la BBC añade: "Es una responsabilidad que la ONU tiene que asumir en los próximos dos o tres años. La clave es establecerlo antes de que haga falta, cuando la gente todavía es razonable y objetiva".
Según un informe que maneja el profesor Crowter: "El impacto de uno de ellos pudo haber sido la causa de la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años; el que cayó en Tunguska, en 1908, provocó un incendio de 2.000 kilómetros cuadrados en Siberia, suficiente para reducir a cenizas una ciudad como Nueva York"
La llegada de un gran meteorito se podría producir en algún momento futuro y se sugiere que se vigilen estrechamente rocas como el Apophis, cuya máxima proximidad está prevista para 2036, con una probabilidad de colisión de 1 entre 40.000.
Cruce de órbitas prevista entre el Apophis y la Tierra
El Apophis, asteroide de unos 300 metros de diámetro, descubierto en 2004, por el Observatorio Nacional de Kitt Peak, en Arizona, arrojó un valor 4 en la escala de Torino (tabla que indica el grado de probabilidad de colisión y va del 1 al 10). Se trata del mayor índice que se ha registrado en la historia de dicho baremo. Esto implicaba una probabilidad de choque superior al 1%. Esto es bastante. Sin embargo, en 2006, se corrigió la órbita del asteroide y se ha rebajado su valor en la citada escala de Torino. Los próximos acercamientos en 2013 y 2029 constituirán una perfecta oportunidad para obtener datos de esta roca del espacio y precisar futuras aproximaciones. Por lo pronto, la fecha del peligroso acercamiento se mantiene para el 13 de abril de 2036.
En 1950, se descubrió el 1950 DA, una roca de similares características a las del Apophis. Se le perdió la pista durante medio siglo para ser redescubierto el 31 de diciembre de 2000. Se trata de una roca inmensa de más de 1 kilómetro de diámetro. También tiene fecha de posible colisión: 16 de marzo de 2880. Según la NASA ese día el asteroide puede provocar una catástrofe, con un riesgo de 1 entre 300. Es el asteroide que bate todos los records. Es por ello que la agencia americana considera el nivel de peligrosidad de la roca de hasta en un 50% por encima de la media.
Otro candidato al desastre es el VK 184, descubierto a finales de 2007, por el telescopio Catalina Sky Survey. Los modelos predicen un impacto contra la Tierra para junio de 2048, con una probabilidad de 1 entre 3.000. También es superior a la del Apophis. En este caso hablamos de una roca de 130 metros por lo que los daños que ocasionara serían más bien a nivel local (los científicos consideran posibles daños a escala global a partir de 1 kilómetro de diámetro). En cualquier caso, la energía generada por la llegada del VK 184 sería de cientos de megatones. Lo que ocurriría podría ser calcado a lo acontecido hace 100 años en Tunguska, Siberia, cuando una roca del espacio derribó millones de árboles.
Soluciones de ciencia ficción para un peligro real
Las soluciones propuestas para afrontar esta amenaza resultan de lo más variado. Uno de los impulsores de la bomba H, el beligerante Edward Teller, ya planteó que, llegado el caso, lo ideal sería destruir el asteroide con un misil nuclear. Muchos científicos no comparten esa idea ya que los fragmentos resultantes, algunos de ellos podrían ser de cientos de metros, acabarían ametrallando a nuestro planeta de manera imprevisible y caótica.
Sí sería factible hacer estallar una carga nuclear en las proximidades de la roca, de tal menara que la energía generada desplazara a ésta de su trayectoria sin destruirla.
Una empresa con capital español, Deimos Imaging, en la que interviene el astronauta Pedro Duque, ha desarrollado la misión Don Quijote, que podría aplicarse para desviar al Apophis.
Don Quijote consta de dos sondas. Una es Sancho que, en un próximo acercamiento del asteroide a la Tierra, sería lanzada y orbitaría alrededor de él monitorizando datos importantes. En un siguiente acercamiento, si hubiera riesgo de colisión, y siempre en base a los datos recogidos por Sancho, la sonda Hidalgo sería enviada a impactar contra Apophis. La colisión provocaría una ligera desviación; tan sólo de unos pocos milímetros por segundo. De ahí la importancia de que la alerta sea muy temprana. Si el impacto de la sonda contra el asteroide se produce con suficiente antelación, la desviación será lo suficientemente grande como para evitar la catástrofe.
El ranking de soluciones no cesa.
Estudiantes israelíes del Instituto Technion de Haifa han desarrollado un ingenioso proyecto. En un próximo acercamiento del Apophis, en 2025, se enviarían dos sondas que se mantendrían cerca del asteroide. Si en el acercamiento de 2036 se confirmara el posible choque, los dos artefactos se moverían orbitando alrededor de la roca de tal manera que, con su gravedad, afectarían a su trayectoria.
Otros han propuesto instalar un motor nuclear al asteroide para empujarlo fuera de su trayectoria. También se ha dicho de instalar una vela solar que logre el mismo propósito o, más sencillo aún, pintar de blanco una parte del asteroide de tal forma que, gracias al denominado “efecto Yorp”, las partículas de luz solar estimulen esa parte de la roca moviéndola en esa dirección.
Ocurrirá tarde o temprano…
Los modernos sistemas de detección y telescopios han hecho que tomemos conciencia de un peligro que siempre ha existido. La historia de la Tierra está llena de cicatrices que hablan de ello. Ya ocurrió hace 65 millones de años. Si la especie que reinó en el planeta en aquel momento, los dinosaurios, desapareció por el impacto de una roca de 7 kilómetros en México, como así lo indican algunos expertos, nada hace pensar que ello no vuelva a pasar.
El técnico del Museo de la Ciencia y Cosmos, La Laguna (Tenerife), Oswaldo González, me indicaba que un acontecimiento similar podría tener lugar cada 60 o 70 millones de años. Alguien podría pensar que ya nos toca. Sin embargo, hay que tener en cuenta también la percepción de las escalas geológicas. Los humanos cometemos el error de medir todos los sucesos con la vara de una vida humana. En los acontecimientos de carácter geológico o cósmico, la vida humana resulta insignificante; por lo que la expresión “ahora” se relativiza y podría suponer “dentro de un millón de años”.
No es cuestión por tanto de alarmarse. Nada de esto ocurrirá hoy o mañana (si hablamos de probabilidades). Para cuando tenga lugar, quien sabe si dentro de mil años, la ciencia ya habrá desarrollado medios técnicos que hoy mismo ya empezamos a vislumbrar. También habrá tenido lugar para entonces la colonización del sistema solar y la especie humana habrá multiplicado sus posibilidades de perpetuarse en el tiempo.
En 1950, se descubrió el 1950 DA, una roca de similares características a las del Apophis. Se le perdió la pista durante medio siglo para ser redescubierto el 31 de diciembre de 2000. Se trata de una roca inmensa de más de 1 kilómetro de diámetro. También tiene fecha de posible colisión: 16 de marzo de 2880. Según la NASA ese día el asteroide puede provocar una catástrofe, con un riesgo de 1 entre 300. Es el asteroide que bate todos los records. Es por ello que la agencia americana considera el nivel de peligrosidad de la roca de hasta en un 50% por encima de la media.
Otro candidato al desastre es el VK 184, descubierto a finales de 2007, por el telescopio Catalina Sky Survey. Los modelos predicen un impacto contra la Tierra para junio de 2048, con una probabilidad de 1 entre 3.000. También es superior a la del Apophis. En este caso hablamos de una roca de 130 metros por lo que los daños que ocasionara serían más bien a nivel local (los científicos consideran posibles daños a escala global a partir de 1 kilómetro de diámetro). En cualquier caso, la energía generada por la llegada del VK 184 sería de cientos de megatones. Lo que ocurriría podría ser calcado a lo acontecido hace 100 años en Tunguska, Siberia, cuando una roca del espacio derribó millones de árboles.
Soluciones de ciencia ficción para un peligro real
Las soluciones propuestas para afrontar esta amenaza resultan de lo más variado. Uno de los impulsores de la bomba H, el beligerante Edward Teller, ya planteó que, llegado el caso, lo ideal sería destruir el asteroide con un misil nuclear. Muchos científicos no comparten esa idea ya que los fragmentos resultantes, algunos de ellos podrían ser de cientos de metros, acabarían ametrallando a nuestro planeta de manera imprevisible y caótica.
Sí sería factible hacer estallar una carga nuclear en las proximidades de la roca, de tal menara que la energía generada desplazara a ésta de su trayectoria sin destruirla.
Una empresa con capital español, Deimos Imaging, en la que interviene el astronauta Pedro Duque, ha desarrollado la misión Don Quijote, que podría aplicarse para desviar al Apophis.
Don Quijote consta de dos sondas. Una es Sancho que, en un próximo acercamiento del asteroide a la Tierra, sería lanzada y orbitaría alrededor de él monitorizando datos importantes. En un siguiente acercamiento, si hubiera riesgo de colisión, y siempre en base a los datos recogidos por Sancho, la sonda Hidalgo sería enviada a impactar contra Apophis. La colisión provocaría una ligera desviación; tan sólo de unos pocos milímetros por segundo. De ahí la importancia de que la alerta sea muy temprana. Si el impacto de la sonda contra el asteroide se produce con suficiente antelación, la desviación será lo suficientemente grande como para evitar la catástrofe.
El ranking de soluciones no cesa.
Estudiantes israelíes del Instituto Technion de Haifa han desarrollado un ingenioso proyecto. En un próximo acercamiento del Apophis, en 2025, se enviarían dos sondas que se mantendrían cerca del asteroide. Si en el acercamiento de 2036 se confirmara el posible choque, los dos artefactos se moverían orbitando alrededor de la roca de tal manera que, con su gravedad, afectarían a su trayectoria.
Otros han propuesto instalar un motor nuclear al asteroide para empujarlo fuera de su trayectoria. También se ha dicho de instalar una vela solar que logre el mismo propósito o, más sencillo aún, pintar de blanco una parte del asteroide de tal forma que, gracias al denominado “efecto Yorp”, las partículas de luz solar estimulen esa parte de la roca moviéndola en esa dirección.
Ocurrirá tarde o temprano…
Los modernos sistemas de detección y telescopios han hecho que tomemos conciencia de un peligro que siempre ha existido. La historia de la Tierra está llena de cicatrices que hablan de ello. Ya ocurrió hace 65 millones de años. Si la especie que reinó en el planeta en aquel momento, los dinosaurios, desapareció por el impacto de una roca de 7 kilómetros en México, como así lo indican algunos expertos, nada hace pensar que ello no vuelva a pasar.
El técnico del Museo de la Ciencia y Cosmos, La Laguna (Tenerife), Oswaldo González, me indicaba que un acontecimiento similar podría tener lugar cada 60 o 70 millones de años. Alguien podría pensar que ya nos toca. Sin embargo, hay que tener en cuenta también la percepción de las escalas geológicas. Los humanos cometemos el error de medir todos los sucesos con la vara de una vida humana. En los acontecimientos de carácter geológico o cósmico, la vida humana resulta insignificante; por lo que la expresión “ahora” se relativiza y podría suponer “dentro de un millón de años”.
No es cuestión por tanto de alarmarse. Nada de esto ocurrirá hoy o mañana (si hablamos de probabilidades). Para cuando tenga lugar, quien sabe si dentro de mil años, la ciencia ya habrá desarrollado medios técnicos que hoy mismo ya empezamos a vislumbrar. También habrá tenido lugar para entonces la colonización del sistema solar y la especie humana habrá multiplicado sus posibilidades de perpetuarse en el tiempo.
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