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Los fantasmas del accidente de Los Rodeos


Se cumplen 36 años del mayor accidente aéreo de la historia y aún resuenan con fuerza los ecos de la tragedia. El 27 de marzo de 1977, tuvo lugar un encadenamiento de nefastas circunstancias que hicieron irremediable la tragedia. Ese día, el aeropuerto de Los Rodeos, en el norte de Tenerife, se vio desbordado por la cantidad de aviones que llegaban desde el aeropuerto de Gando,  en Gran Canaria, debido a un artefacto explosivo que había estallado en el interior de sus instalaciones. La situación de caos vivida en Tenerife, sumada a la densa niebla y a una acción precipitada de despegue por parte de un avión de la compañía holandesa KLM, fueron algunos de los ingredientes del desastre. El balance no pudo ser peor: 583 muertos entre los dos aviones que colisionaron.
La magnitud de la catástrofe trajo consigo las historias sobrenaturales. Los grandes desastres generan sus propios fantasmas. A la realidad cruda y descarnada de los hechos físicos le persigue una larga sombra de preguntas sin respuestas, de historias sin explicación. Algún psicólogo podría aventurar algún complejo mecanismo de la mente para superar el sufrimiento, para metabolizar el dolor y para cerrar las heridas del alma. Siempre será más fácil asumir que el desastre tuvo lugar porque en algún lugar estaba escrito que así tenía que ocurrir. La aceptación de que detrás de la tragedia hay una mano invisible abre campos inmensos para especular con la posibilidad de que una realidad trascendente se manifieste en esos duros momentos.

Premoniciones y aparecidos
Las premoniciones son un fenómeno clásico cuando se habla de trágicos accidentes como el que nos ocupa. En 2004, el periodista Héctor Fajardo y el autor entrevistamos a Marilyn Rossner, la que muchos dicen que es la mejor médium del mundo, sea lo que sea lo que esto pueda significar. Nuestro interés se centraba en cuestiones relacionadas con el contacto con espíritus pero irremediablemente desviamos el asunto hacia su supuesta visión del accidente aéreo, dos semanas antes de que tuviera lugar. Según nos comentaba, se encontraba en Val Morin, Canadá. “Estaba en casa y recibí las imágenes de dos aviones colisionando. A la vez, escuchaba alto y claro ‘Tenerife, Tenerife, Tenerife’. Esto me ocurrió cada noche, hasta el día de la catástrofe”, nos aseguró. No nos consta que se pusiese en contacto con las autoridades del aeropuerto para evitar el accidente, como tampoco nos consta el registro previo en algún lugar de la premonición, lo que podría haber arrojado bastante luz sobre las auténticas capacidades paranormales de Rossner.
Marilyn Rossner, en 2004
Si hablamos de muertes producidas por un violento accidente tenemos que hablar de apariciones. Apelando a la conocida teoría de que un suceso especialmente luctuoso deja impregnado el lugar con una suerte de energía negativa, surgieron relatos de apariciones espectrales en el lugar de los hechos. Corrió durante un tiempo la leyenda de que durante el recuento de cuerpos, faltaba el de una niña por recuperar. Algo totalmente falso. Sin embargo, este rumor fue el punto de partida de una leyenda imparable de la que aún se habla en estos días. Según algunos testimonios recabados junto a Fajardo, la pequeña se apareció a algunos de los militares destacados en la base militar anexa al aeropuerto. Merece la pena destacar el relato de un joven que una noche de 1996, a las dos de la madrugada se encontró con la versión masculina de esta historia, cuando estaba de guardia en una garita de la base: “El niño se cruzó a solo 15 metros de donde yo estaba. Tenía el cabello oscuro y la piel pálida aunque con un cierto brillo, y llevaba un camioncito de juguete”. La aparición duró unos segundos y, pese a que nuestro protagonista abandonó su puesto para dar con el crío, no halló ni rastro de él. Este incidente fue el inicio de una serie de extrañas circunstancias que culminarían con unas “vacaciones forzosas” para el testigo.  No fue el único relato por parte de militares que pudimos recabar, ni siquiera el más espectacular.

Peligro radioactivo
Un misterio, en este caso más mundano aunque bastante inquietante, nos remite a la presencia perfectamente constatada de uranio empobrecido entre los restos de los aviones siniestrados. Un par de semanas después del accidente, el químico Agustín Cabrera se encontraba en un almacén de chatarra en la localidad de La Cuesta, en Santa Cruz de Tenerife. Cabrera se dedicaba al negocio de la plata y buscaba materiales que pudiesen serle de utilidad. Entonces vio a un operario trabajando entre unos amasijos con una sierra radial. De allí salían unos chispazos tremendos, algo que llamó vivamente la atención del químico. Aconsejó al trabajador que se abstuviera de seguir manipulando el material y se llevó unas virutas que, en primera instancia, le resultaron extraordinariamente densas para su tamaño. Después de un primer análisis, determinó sin ningún género de dudas que se trataba de uranio empobrecido, una sustancia altamente radioactiva. Posteriormente, cogió un contador Geiger y se desplazó hasta las cercanías del aeropuerto. Pudo registrar trazas notables de radioactividad a trescientos metros del lugar de impacto de los dos aviones. A partir de entonces se especuló con la posibilidad de que si los aviones llevaban uranio, éste debió arder en el incendio de los aparatos. El uranio se habría deshecho en macropartículas que habrían sido inhaladas por las personas que allí se encontraban presentes. Policías, sanitarios, voluntarios y periodistas se habrían visto afectados por esta materia radioactiva, aunque desconocemos la existencia de cualquier estudio epidemiológico en el que se indicara un mayor índice de cánceres y otras enfermedades asociadas a la radioactividad.
La versión que predominó de esta historia es que los Boeing 747 en esa época, y hasta hace bien poco también, incorporaban en las alas unos estabilizadores de uranio; un elemento apropiado debido a su densidad y a su bajo coste. Otras voces, sin embargo, apuntaron a una posible partida de contrabando con destino a Sudáfrica, país que en aquel momento aspiraba a procesar uranio para tener su propia industria nuclear.


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