“La conquista de Marte será la etapa más importante de la
historia de la Humanidad ”.
Así piensa Bas Landorp, un ingeniero holandés de 35 años, creador de MarsOne, la empresa privada que pretende establecer la primera colonia de humanos
en Marte.
La propuesta de Landorp encuentra su oportunidad en la
indefinición de los actuales programas de las agencias espaciales del mundo para
poner a un hombre en el planeta rojo. No es de extrañar. Es algo que tiene más
de épico que de útil, y además es peligrosísimo e inviable dado los
presupuestos con los que cuentan las agencias actualmente. No obstante, no han
renunciado a este sueño y de vez en cuando se pronuncian sobre esta posibilidad
aunque sea con la boca pequeña.
Sin embargo, el ingeniero Landorp dice que sí se puede y
ofrece un proyecto a lo grande: de aquí a 2033, 20 seres humanos estarán
viviendo de forma permanente en el planeta vecino, eso sí, para siempre. No
habrá billete de vuelta. El dinero tampoco parece ser un problema.
Gran Hermano en Marte
Mars One quiere comenzar el casting de candidatos en 2013,
diez años antes de que pongan un pie en Marte. El entrenamiento será duro y
largo. Se recrearán en la
Tierra las ardúas condiciones que se encontrarán en su nuevo
hogar.
Entretanto, vehículos SpaceX Dragon irán enviando los
materiales necesarios para adaptarse al hábitat marciano: los seis módulos
habitables, vehículos rover y un satélite de comunicaciones, entre otros
medios.
Los colonos cultivarán su propia comida, aprovecharán la
energía proporcionada por paneles solares y obtendrán el oxígeno del agua
presente en forma congelada en el subsuelo marciano.
Las comunicaciones con la Tierra estarán aseguradas por el satélite, algo
fundamental para preservar el equilibrio emocional de los participantes de la
misión.
Las instalaciones albergarán a 20 personas, hombres y
mujeres, que irán llegando de forma sucesiva al planeta rojo. En 2023, se
establecerán los primeros cuatro colonos.
Los requisitos para aspirar a entrar en Mars One son los que
cabría esperar: hombres y mujeres jóvenes perfectamente sanos y sin patologías
psiquiátricas. Pero además, el candidato ha de desear viajar a Marte, ha de ver
en el proyecto la posibilidad de un sueño cumplido. Vamos, que ha de ser la
razón de su vida; algo lógico sin pensamos en lo que tiene que renunciar, la
imposibilidad de volver a casa.
La inviabilidad técnica de emprender un viaje de regreso
para los colonos aporta una carga dramática a la empresa ciertamente atractiva.
Es como el guión de una película. Una historia que se puede vender a posibles
patrocinadores, inversores privados y productoras de cine y televisión. Esta
parte del asunto es fundamental porque la iniciativa Mars One costará 6.000
millones de dólares. Es algo que no ha pasado desapercibido para el promotor de
la idea, que ya ha pensado en como afrontar esta inversión.
Según ha manifestado la propia empresa, todo surgió de una
conversación con Paul Römer, el creador del formato televisivo Gran Hermano. La
idea será pues convertir a Mars One en el más ambicioso reality tv. Se retransmitirían todas las etapas del proyecto: desde
el casting para elegir a los candidatos hasta el día a día en suelo marciano.
Los espectadores podrán seguir todos los sinsabores de la misión: el
entrenamiento en la Tierra , las durísimas condiciones de un vuelo de siete
meses por el espacio pero también la emoción del aterrizaje en Marte.
Algunas voces ya se han alzado en contra de esta iniciativa.
Convertir una misión científica en un show televisivo resulta poco ético,
alegan. Pero los tiempos cambian y hoy en día no son pocos los canales de
documentales, algunos con una orientación claramente sensacionalista, que aúnan
ciencia y espectáculo.
Si contemplamos los aspectos estrictamente técnicos y
financieros de esta historia, no parece haber mayor problema. Quizás, aún queden
algunos flecos por cortar, sobre todo en lo referente a algunas cuestiones
técnicas. Por ejemplo, aún no se ha comprobado que sea posible obtener oxígeno
del subsuelo helado marciano.
Sin embargo, el mayor de los dilemas presenta profundas implicaciones
filosóficas y psicológicas. ¿Está el hombre preparado para vivir en otro
planeta?
¿Los colonos están
locos?
En una entrevista concedida por Bas Landorp en el sitio
slashdot.org, numerosos internautas le planteaban cuestiones relativas a la
misión. Algunas eran especialmente incisivas y metían el dedo en la llaga
respecto a la seguridad física y psicológica de los integrantes de la misión.
Uno de los participantes aseguraba que la idea de ir a vivir
por el resto de tus días a un lugar tremendamente hostil, sin cultura, sin
sociedad, sin niños, sin atmósfera…era delirante. Si Landorp había reparado en
ello. Y si había reparado también en el hecho de que una misión así solo la
podría aceptar alguien que no estuviera en plenitud de facultades mentales, lo
cual a su vez ponía en peligro todo el proyecto.
El responsable de Mars One respondió: “¿Son los astronautas
enfermos mentales?”. Aseguró que el equipo seleccionado será “inteligente, hábil
y mentalmente estable”.
Otra cuestión iba en el mismo sentido. ¿Cómo reaccionarán
los astronautas si se encuentran en circunstancias sin esperanzas? ¿Se conocen
bien las consecuencias en la psique de la persona cuando pasa un largo tiempo
lejos de la Tierra ?
Parece lógico que al cabo de un tiempo empiecen a surgir sentimientos de distanciamiento,
incluso posibles desequilibrios como depresiones o crisis de ansiedad.
Mantener a los colonos entretenidos con la tele, poniéndoles
imágenes de la Tierra el 90% del tiempo, no parece una solución porque se les distancia de la realidad
que les afecta. Tampoco podrán suplir ese sentimiento de desarraigo las lentas comunicaciones
a través de internet con nuestro planeta.
La sombra del suicidio podría aparecer en cualquier momento.
El propio Landorp aclara que “aunque en el pasado los astronautas podían
recibir cápsulas de cianuro, esto es impensable en la actualidad”. Según aclara
“las tripulaciones se entrenarán para tener la capacidad de responder
adaptativamente a los desafíos y colaborar en condiciones de gran estrés”.
Destinados a las estrellas
No cabe duda de que, sea a través de Mars One, de NASA, o de
cualquier otra agencia espacial, pública o privada, el ser humano está
destinado a salir de la Tierra. Tendrá
que hacerlo para multiplicar sus posibilidades de superviviencia, en caso de un
futuro desastre global, y porque forma parte del mismo instinto que nos llevó a
descubrir América o a alcanzar la
Luna. Es inevitable. Está en nuestro ADN.
Los primeros humanos tendrán que pagar un alto precio por
llegar a Marte. Quizás tengan que quedarse allí para siempre. Quizás enfermen o
no puedan soportar la vida en un lugar tan desolador, pero habrán movido el
centro de gravedad de la Humanidad. Eso
lo sabremos con seguridad cuando el primer niño nacido allí mire hacia nuestro
planeta como si fuera un viejo conocido. Sabremos que se habrá dado el gran
paso en un camino sin vuelta atrás.
Ante esta idea solo puedo pensar que esto es solo el
principio y que tendremos la fortuna de vivir para verlo. Pero además me
pregunto, ¿dónde estaremos dentro de 1.000 años? Creo, sinceramente, que el
destino del hombre está en alcanzar las estrellas.
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