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Regresión. Terror a las sectas satánicas

Regresión, la última película de Alejandro Amenábar ha sido un ejercicio arriesgado para su autor, desde el punto de vista intelectual y ético. Por un lado, exige por parte del espectador un esfuerzo por ir un poco más allá de lo aparente y a plantearse si todo lo que cree saber sobre la realidad es realmente fiable. Por otro, pone el dedo en la llaga, de una forma extremadamente elegante y sutil, sobre la forma en la que la opinión pública ha sido engañada y bombardeada durante décadas por los medios de comunicación de masas y libros superventas. Apuntando un poco más lejos, pide un ejercicio honesto, probablemente un sobreesfuerzo, que implica responder a las siguientes preguntas: ¿Qué es lo que se del mundo? ¿Qué sé de mí mismo?

La década de las sectas
Ambientada en una deprimida y desolada región de Minnesota, en plenos años 90, el detective Bruce Kenner debe esclarecer un oscuro caso de abuso de menores por parte de una misteriosa secta satánica de la que nadie parece saber nada.
La trama se desarrolla en el seno de una sociedad semianalfabeta y fervientemente cristiana, unas circunstancias que anulan la capacidad crítica por esclarecer los perturbadores sucesos que están teniendo lugar, y enaltecen aún más el sentimiento religioso de los lugareños.
La época en la que tienen lugar los hechos, inspirados en hechos reales, como ya advierte la película nada más comenzar, no es nada casual ya que durante esta década se dieron la mano una serie de aspectos que forman parte del caldo de cultivo de la historia.
El tema de las sectas destructivas estaba en boga. Era un asunto que estaba en las televisiones, en las revistas esotéricas de gran tirada y en los programas de radio. En ocasiones, era una cuestión que era tratada con rigor por parte de expertos, pero en otras era carne de portadas sensacionalistas en las que destacan titulares amarillistas soportados por testimonios extraordinarios. El mar de confusión generado por algunos medios se unió al impacto social que provocaron, a finales de siglo, las inmolaciones colectivas de las sectas Puerta del Cielo y la Orden del Templo Solar. A ello había que añadir el profundo  desconocimiento que existe en relación a las sectas, en general, y en torno a los grupos satánicos, en particular.
Algunos testimonios obtenidos bajo hipnosis relataban escenas
que ya fueron representadas mucho tiempo antes, como esta
 ceremonia satánica, en un grabado de Henry de Malvost (1906)
Por otro lado, durante esa década estaban saliendo a la luz una serie de investigaciones demoledoras sobre la fragilidad de la memoria y la fiabilidad del testimonio. Una corriente que probó que cientos de personas habían sido encarceladas injustamente en Estados Unidos, tomando como única prueba judicial el mero relato de una persona. Estudios llevados a cabo por profesionales de la memoria, como Elizabeth Loftus, cambiaron el curso de los procesos judiciales a partir de ese momento.
Loftus suele abrir sus conferencias públicas con una caso muy ejemplificador: el de Steve Titus, un ciudadano corriente, que de la noche a la mañana pasó a convertirse en un violador. El coche de Titus fue parado un día por la policía cuando se encontraba con su novia. El vehículo que buscaban los agentes era del mismo modelo y color, y el parecido de su conductor con el sospechoso que buscaban era notable. Eso bastó para ser detenido. En una posterior rueda de reconocimiento, la víctima de una agresión sexual manifestó que Titus era el hombre más parecido a su agresor de cuantos habían desfilado ese día delante de ella. Llegó del día del juicio y la afectada por abusos pasó de decir que Titus era "el más parecido" a dejar claro que "estaba segura de que se trataba del agresor". Finalmente, el imputado fue condenado a prisión, pese a la ausencia de pruebas. Bastó la declaración de la víctima
Esta historia estuvo lejos de acabar cuando el acusado salió de la cárcel. Fue incapaz de llevar una vida normal. No encontraba trabajo y su pareja lo había abandonado. Una mañana le sobrevino un infarto. Steve Titus falleció con 35 años.

Falsos recuerdos
Durante los años 90, se llevó cabo un estudio en Estados Unidos que determinó que 300 personas estaban encarceladas injustamente. Se demostró que en tres cuartas partes de los casos todo era debido a falsos recuerdos.
Loftus empezó a darse cuenta en esta época que se los psicólogos se enfrentaban a un fenómeno desconocido, totalmente arrollador: pacientes que eran tratados por depresión empezaban a manifestar que habían sido víctimas de abusos por parte de sectas cuando eran niños. En la mayoría de los casos, estos testimonios no eran sustentados por ninguna prueba adicional. Sin embargo, los afectados contaban sus historias con gran confianza, dando numerosos detalles y manifestando muchas emociones. No cabía duda de que los testimonios eran sinceros, pero ¿eran reales?
La experta empezó a considerar varias posibilidades para explicar estos extraños episodios. Por un lado, la imaginación del afectado, que podría haberse visto condicionada por la lectura de libros y el visionado de alguna reciente película. Otra opción a considerar era la interpretación de sueños, habida cuenta de que, en ciertas circunstancias, uno puede llegar a convencerse de que algo que soñó en su día, pudo realmente llegar a suceder. Esto puede ocurrir sin que la persona arrastre ninguna patología. Es decir, nos puede ocurrir a todos. La otra opción contemplada eran determinadas psicoterapias.

La psicóloga Elizabeth Loftus estudió
la fragilidad de los recuerdos, y cómo
 éstos llevaron injustamente a la cárcel
 a muchos inocentes.
Aferrándonos a nuestra memoria
Técnicas como la hipnosis regresivas, si bien pueden ser útiles al provocar ciertos estados de relajación, también pueden crear falsos recuerdos en el afectado. Si el terapeuta es poco hábil, o actúa de manera maliciosa, condicionará al paciente, creando vivencias que dará por ciertas. En muchas ocasiones, estos falsos recuerdos pueden perjudicar al sujeto, que da por ciertas cosas que nunca sucedieron.
En los temas que suelo tocar en el blog tenemos muchos ejemplos. Gran parte de las historias de las que hablamos, en esto que llamamos "el mundo del misterio", se han obtenido bajo el influjo de dudosas técnicas la hipnosis o terapias regresivas.
Tras muchos de los episodios de "tiempo perdido" que alguien acusaba tras un encuentro con un ovni, ha habido un terapeuta que, consciente o inconscientemente, ha conducido al testigo hacia el interior de una nave extraterrestre. El recuerdo queda implantado en un nivel determinado de la consciencia, de tal manera que la vivencia se da por cierta, y extirparla ya será muy difícil.
En el emblemático caso de abducción del matrimonio Hill, en 1961, todo pudo ser la combinación de la emisión de una serie de televisión, en la que el aspecto de unos alienígenas tenían sospechosamente el mismo parecido que el descrito por Betty Hill, y la incierta praxis  de la hipnosis. Pese a todo, el hipnólogo Benjamin Simon, sugirió que todo podría deberse a una aberración psiológica. Sin embargo, el matrimonio prefirió aferrarse a sus recuerdos. Sobre estos relatos se publicó un libro (El viaje interrumpido, John Fuller), que en gran medida contribuyó a popularizar la experiencia de los Hill. Betty acabaría convirtiéndose en una celebrity en el mundillo ufológico, impartiendo conferencias.
Abandonando esos ámbitos cósmicos y regresando a lo mundano, incluso a lo cotidiano, lo que estas experiencias demuestran es que todos podemos ser víctimas de una tergiversación, cuando no, de una manipulación. La expresión "una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad" adquiere en este caso, todo el sentido. Y no necesariamente porque el emisor de la historia tenga mala voluntad. La culpa es de nuestra precipitada manera de analizar la realidad y tomar decisiones. Nuestra tendencia es la de dar carta de veracidad a una historia "porque lo ha dicho fulano". Y si fulano es "policía o banquero" entra en juego la falacia del principio de autoridad que nos crea la ilusión de que la sentencia es una verdad inapelable. Una dinámica que empeora con la tendencia arrolladora de las redes sociales, donde tantas "verdades" circulan a velocidad de vértigo, cuando el tiempo que tenemos para pedir pruebas sobre tales relatos o contrastarlos con otras fuentes es escaso, si no, nulo.
El signo de los tiempos es que ya no hay tiempo para la reflexión ni para el análisis. Somos presas perfectas de la desinformación y la manipulación, como aquellas supuestas víctimas de sectas satánicas a las que ayudó Elizabeth Loftus.


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