Cuando el escritor de ciencia ficción David Brin habla
sobre la naturaleza de la realidad, emplea una parábola japonesa muy gráfica.
Esta narración versa sobre un emperador que soñaba que era una mariposa que soñaba
que era un emperador. Brin contempla la posibilidad del mundo como una
ensoñación. Siendo algo más concretos, una plausible realidad virtual. El
producto de un diseño, algo así como una simulación informática. ¿Pero
desarrollada por quién y para qué? Las preguntas, si admitimos la premisa de
que vivimos en una holografía, no hacen más que amontonarse. Empecemos por el
principio: ¿Es posible que vivamos en un falso universo?
La emisión de un reciente documental da buena cuenta de
ello. Dentro de la serie Closer to the
Truth se trató el hipotético escenario según el cual viviríamos en un
universo virtual. Algunas de las mentes preclaras de nuestro tiempo se
pronunciaron sobre el asunto. Siendo un tema de tal alcance y tan
"opinable", pocos podrían resistirse a ofrecer su particular especulación.
El citado David Brin, cree que en 2050 la gente vivirá en
una simulación de ordenador, creyendo erróneamente que aún se hallan en los
primeros años del siglo XXI.
Viviendo en la
nube
El filósofo Nick Bostrom describe el Universo como
"un software de simulación, ricamente detallado, con los historiales de
las personas que lo integran. Sería el diseño de una civilización avanzada
tecnológicamente". La propuesta de Bostrom nos lleva inapelablemente a la
cuestión de si el desarrollo técnico de una sociedad nos conllevaría
inexorablemente la creación de nuevas
realidades. A fin de cuentas, en el único caso que conocemos —el del ser
humano– esto está siendo ya así; ya pasamos gran parte de nuestro tiempo en las
redes sociales, y algunos gurús, como el experto en tecnología Ray Kurzweil,
vaticinan un futuro inminente en el que viviremos en la nube.
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Cabecera del programa que trató las opiniones de diversos intelectuales sobre el asunto de la "realidad simulada" |
La nube es ese
reciente concepto, hoy en auge, que implica que gran parte de nuestra
información ya descansa de forma permanente en internet, no en un soporte
físico. Yendo aún más lejos, abandonaremos nuestro mundo físico para vivir en
uno virtual, en el que satisfaremos todas nuestras necesidades: afectivas,
laborales, científicas, ocio, etc. Es lo que Kurzweil denomina "la
singularidad". Un punto de inflexión en la historia humana en el que el
ser humano habrá evolucionado hacia otra etapa. Nuestro cuerpo estará enchufado
a algún soporte vital pero nuestra mente correrá libre por los espacios
virtuales.
Todo esto puede parecer un poco extraño, pero el caso es
que quizás, con internet y las redes sociales, ya estemos plantando la semilla
para que esta posibilidad tenga lugar en no demasiado tiempo. Si las
capacidades técnicas son lo suficientemente avanzadas, parece lógico que el
desarrollo nos lleve a este punto.
Así lo considera Bostrom, para quien solo puede caber
tres escenarios y ningún otro más:
El primer caso es que todas las civilizaciones se
extingan antes de madurar tecnológicamente, quizás precisamente víctimas de su
propio progreso.
El segundo es que todas las civilizaciones avanzadas
tecnológicamente pierdan interés en la
simulación.
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Para el filósofo Nick Bostrom vivimos en "un simulación de ordenador con los historiales detallados de las personas que lo integran". |
La tercera es que la Humanidad esté viviendo,
literalmente, en una simulación. Esta opción sería una consecuencia directa del
interés creciente por la creación de entornos virtuales, algo que hoy mismo
está a la orden del día en los laboratorios de miles de universidades.
Para el pionero en Inteligencia Artificial, Marvin
Minsky, los dos mundos, el virtual y el físico, serán difíciles de distinguir,
" a no ser que el programador sea descuidado, con lo cual veríamos que no
se cumplen algunas de las leyes físicas". Esto daría lugar a diversos
fenómenos extraños que, bajo la lupa de la cultura popular, pudiesen ser
catalogados como "paranormales". Un diseñador negligente, también
podría fallar, dejando al descubierto alguna brecha a través de la cual
podríamos asomarnos y atisbar los mecanismos de la realidad trascendente. Esto
sería así si tuviésemos la capacidad intelectual de asumir e interpretar los
mecanismos de esa naturaleza subyacente. Precisamente, aquí podría estar el
germen de las religiones. Aquellos que hubiesen descubierto alguna puerta
trasera en el sistema y hubiesen vislumbrado los engranajes serían tratados
como mesías iluminados.
La inevitable creación de miles, o millones, de universos
virtuales por parte de civilizaciones avanzadas, para divulgadores como el
físico Paul Davies, puede tener una clara e inquietante lectura: Es más
probable que estemos viviendo en un universo falso que en uno real.
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