Sin especial entusiasmo suelo frecuentar alguna que otra hoguera al caer la noche de la víspera de San Juan. Mi interés es más antropológico que ocioso o espiritual. Cada año me pregunto qué mecanismo concreto llevará a toda aquella gente a congregarse alrededor del fuego. Una respuesta fácil sería que se trata de la excusa de tomar unas cervezas en la calle y pasar el rato con los amigos, sobre todo teniendo en cuenta que el festejo esta vez ha caído en sábado. Pero cada vez ando más convencido de que algo se enciende en el interior de todos los asistentes. Algo, desde luego, muy profundo, muy antiguo...Quizás ellos mismos no lo sepan. Seguramente, yo tampoco esté muy seguro. Simplemente especulo, no se trata de nada muy científico. Veo auténtica fascinación, en ocasiones éxtasis. La gente observa hipnotizada las llamas como si asistiera a un espectáculo único. En ocasiones, escuchas los murmullos de los borrachos, pero en otras se impone un silencio sagrado. Y entonces, el...