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Santiago Fernández Ramos. Víctima de un crimen no resuelto en Tenerife.


A la una menos cuarto de la madrugada del 17 de octubre de 1984, la Policía recibió una llamada anónima alertando sobre una agresión en el centro de Santa Cruz de Tenerife. En ese momento, Santiago Fernández Ramos se debatía entre la vida y la muerte tras recibir una puñalada en su costado izquierdo. Fue trasladado en una ambulancia hacia el Hospital de Nuestra Señora de Candelaria aunque llegó sin vida. Su asesinato no fue resuelto jamás. El criminal posiblemente aún anda suelto por las calles de Tenerife. Se trata de un crimen sin resolver que tuvo una víctima que ha caído en el olvido. 

Diario de Avisos fue el único medio que se ocupó del asunto a través de una serie de crónicas firmadas por José Luis Conde. Gracias a sus indagaciones podemos conocer algunas circunstancias del trágico suceso. 

Santiago Fernández se dedicaba a la prostitución, labor que ejercía en la céntrica calle de Bravo Murillo. Según recogen las informaciones de Conde, Santiago pudo aparecer ante varios testigos con una herida en el costado al tiempo que vieron a un vehículo mini de color azulado desaparecer del lugar. El móvil del crimen no se pudo conocer. Santiago llevaba encima sus pertenencias, por lo que habría que descartar el robo, y en su traslado al hospital no se pudo conocer que hubiese alguna conversación con los sanitarios que le atendieron en la ambulancia que permitiese esclarecer los hechos.

Los investigadores, durante un reconocimiento del lugar, hallaron una funda de cuchillo de monte en las inmediaciones. El Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior tomó declaración a posibles testigos, e inició una intensa batida durante las siguientes semanas para dar con el vehículo mini que abandonó apresuradamente la zona. Las pistas eran escasas o muy confusas. Algún testimonio destacaba los dos últimos dígitos de la matrícula, el color verde azulado del turismo y poco más. Con esto, se investigaron cerca de 1.500 coches que se correspondían aproximadamente con esta descripción pero la búsqueda fue infructuosa. Se tuvo en cuenta a algunos sospechosos, como la persona que llamó al filo de la una de la madrugada al 091 o a un chico que residía en el sur de Tenerife, pero ambos fueron descartados. El caso se complicaba ante la falta de pistas.


Calle Bravo Murillo. Zona en la que tuvo lugar el asesinato de Santiago.


El perfil del asesino

El artículo de Diario de Avisos del 17 de diciembre dibujaba a grandes rasgos el perfil del autor, posiblemente “homosexual y tosco en las formas”, “con las facultades psíquicas alteradas y con algunas manías”, según las fuentes consultadas por el medio.

Tras mes y medio de pesquisas, Diario de Avisos publica en su edición del 2 de diciembre el retrato robot del asesino, elaborado en base a los testimonios recabados, en un intento desesperado por intentar atar algún cabo o con el ánimo de que el criminal diese un paso en falso al ver la portada del rotativo. Una maniobra que se repitió en la edición del 17 de diciembre. Sería la última vez que algún medio hablara del crimen de Santiago, hasta que recientemente un artículo de Luis Rabionet, publicado en Diario de Avisos el pasado 4 de marzo, rescató el caso del olvido, reencuestando algunas fuentes, aunque desgraciadamente sin novedad alguna que permitiese seguir tirando de la madeja.

El asunto ha quedado en barbecho durante todos estos años. Ninguna nueva pista parece haber renovado el interés por este dramático asunto. Una historia intrigante en la que, según confirmaría una fuente policial a Rabionet , “lo más fiable que tenían era el retrato robot”. Pese a todo, esta fuente, un policía nacional en activo durante aquellos años, aclara que “estos asuntos nunca se dejan de lado, en la memoria eterna, y menos cuando hay una muerte de por medio”. “Se sigue investigando hasta que el expediente queda medio archivado, a la espera de que llegue algún elemento que permita resolver el caso; ese es el esquema que hay, porque nadie sabe si algún día puede venir alguien que aporte algún dato más”, concluye. 

Con lo poco que teníamos a mano, decidimos darle una vuelta al asunto para ver si podíamos conocer algún detalle nuevo. Pero la falta de datos era tan abrumadora que todo se nos hizo cuesta arriba. 

Comentando la historia con el criminólogo Félix Ríos, me sugirió que sería tremendamente interesante poder acceder al expediente judicial. Esto se presentaba como buscar una aguja en un pajar ya que no sabíamos qué juzgado de instrucción pudo haber llevado el caso. Tampoco teníamos algún dato de interés que pudiese ayudarnos como el nombre de algún abogado. Ningún dato de este tipo se hizo público en prensa.

Intentamos acceder a la fuente policial de Rabionet pero el funcionario se mostró reticente a remover aquel asunto “por respeto a la familia”,

Hasta donde sabemos, por parte de la familia precisamente no se ha querido tocar el tema. Al margen del dolor de la pérdida de Santiago tras una muerte violenta, también estaban las singulares y amargas circunstancias que rodearon aquel suceso. 

Según declararía el padre de la víctima a José Luis Conde para una de sus crónicas, “Santiago era un joven con una gran sensibilidad. Había pasado por tratamiento psiquiátrico, tenía ataques de locura pero ya estaba bien”. 

Sobre la causa que empujó al asesino a actuar contra Santiago solo caben especulaciones. Quizás haya una componente pasional en este asunto y también algo de premeditación. El asesino de Santiago, si asumimos que se trata del conductor del famoso mini, llevaba un arma blanca en el coche; es decir, tenía intención de matar. Luego, conocía a Santiago, ya había una relación previa. La otra alternativa es que el individuo tuviera el arma permanentemente en su vehículo, algo que podría aportar pistas sobre su perfil. Quizás se tratara de alguien que acostumbraba a frecuentar ambientes marginales, un individuo en constante estado de alerta. Poco más nos atrevemos a aventurar.


El asesinato de José Alonso Ramallo

Es de destacar el turbio ambiente de inseguridad que se vivía en Santa Cruz de Tenerife durante aquellos años. Como ocurría en muchas ciudades de España, por los barrios corría la droga y la delincuencia, aunque de baja magnitud, preocupaba a los vecinos. En algunas ocasiones también llegó a correr la sangre por las calles. 

En las mismas fechas, el mismo equipo de policías que investigaba el asesinato de Santiago Fernández, se halló inmerso en otro truculento asunto: el asesinato de José Alonso Ramallo, un empresario de Tacoronte, de 65 años de edad, muy popular en Tenerife por ser el propietario de la Cafés Perdomo.. 

Según cuenta Diario de Avisos en su edición del 18 de diciembre de 1984, todo sucedió en la tarde noche del domingo 16 de diciembre de 1984 en la calle Alcalde Mandillo Tejera, en el santacrucero barrio de Los Gladiolos. José Alonso llegaba con su vehículo acompañado por su esposa, Carmen Perdomo. La señora se bajó del coche para que su esposo se metiera en el garaje. Ante su tardanza, Carmen, extrañada, decidió ir a mirar, encontrándose un espectáculo horroroso.  

Su marido yacía en el suelo con heridas aparentemente provocadas por arma blanca. Inmediatamente avisó a sus hijos y a la Policía. A José se le trasladó de urgencia en una ambulancia a la Residencia de La Candelaria, aunque nada se pudo hacer por salvar su vida.


Titular de Diario de Avisos en su edición del 18 de diciembre de 1984


Tres de las siete puñaladas recibidas fueron mortales de necesidad, afectando a la garganta y parte izquierda de costado. Como en el caso de Santiago Fernández, no se halló el arma del crimen; y como en aquel caso, tampoco se pudo conocer el móvil de la agresión. Sus hijos declararían desconocer si tenía algún enemigo, admitiendo que no podían adivinar las causas del suceso.

Días antes, el perro del matrimonio había aparecido muerto. La autopsia por parte de un veterinario determinó que no fue envenenado, sino que la muerte se produjo por golpes intencionados. En aquel momento se desconocía si este lamentable suceso tenía relación con la muerte de José Alonso.


1984. Año aciago

Este ambiente de inseguridad provocó gran inquietud por parte de los comerciantes de Santa Cruz. La Confederación Provincial de Empresarios, en un comunicado previo a estos dos crímenes, concretamente con fecha del 20 de septiembre, ya alertaba del clima delictivo que se respiraba en la calle. Los comerciantes denunciaban el creciente aumento de la delincuencia juvenil, la prostitutción de menores y el tráfico de drogas. Apuntaban a que Santa Cruz de Tenerife, a pesar de tener en aquellos años, uno de los índices de delitos más bajos de todo el estado, estaba sufriendo un gran número de denuncias contra la propiedad privada. Al final, uno de estos allanamientos culminó con la muerte del empresario de Tacoronte. 

Un año terrible en Santa Cruz de Tenerife, aquel 1984, que no solo terminó con la muerte violenta de dos personas, sino que también registró el crimen del taxista Domingo Rodríguez Díaz, de 64 años, en La Laguna. El 27 de febrero, Domingo se dirigió a Lomo Largo a realizar un servicio que acabaría con su vida y el robo de su vehículo; unos hechos que fueron juzgados durante el verano de ese año.

A este reguero de muertes violentas habría que añadir otra no menos intrigante. El 5 de julio de ese año, apareció en unos jardines del Puerto de la Cruz el cuerpo sin vida del ciudadano de origen francés Jean-Paul Raguet, un ex paramilitar que habría prosperado económicamente en el ocio nocturno de esta ciudad del norte de la isla y cuya muerte, presuntamente, se habría debido a lo mucho que sabía sobre los GAL. De esta historia nos ocuparemos ampliamente en otro momento. 

Todas las víctimas son importantes, y cuando se trata de víctimas de crímenes sin resolver, su memoria debe ser rescatada cada cierto tiempo. Pero al igual que el desgraciado suceso en el que se vio envuelto José Ramallo mereció una nota de prensa en el rotativo nacional El País, con toda justicia además debido a la proyección pública de la víctima, la muerte del joven Santiago Fernández apenas ha sido puesta en valor, más allá del esfuerzo de algunos periodistas, en este caso del periódico local Diario de Avisos. Una muerte que, da la impresión, siempre resultó incómoda desde el primer momento. 

Una mención especial y un agradecimiento, para finalizar este texto, al periodista de Diario de Avisos, José Antonio Felipe, quien nos puso al corriente en algunas de estas historias y nos facilitó algunos contactos. 


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