“Yo era pequeño entonces… Se veía en la misma carretera. Asomaba por Buenavista. Lo que extrañaba era la velocidad a la que se movía, superior a la que podía caminar una persona” me comentaba cierto día Eustaquio Ventura, cronista del pueblo de Vallehermoso, en la isla de La Gomera, fallecido ya hace unos años. Las palabras de Ventura describían un fenómeno que ha sido relatado a lo largo de toda la geografía canaria y buena parte del mundo. Hablamos de las luces errantes o luces de ánimas; extrañas luminarias que hacen su aparición desde tiempos inmemoriales (en Canarias, la primera referencia escrita es de principios del siglo XX), mucho antes de que se hablara de ovnis o foo fighters .