Durante los pasados días 9, 10 y 11 de octubre tuvo lugar un destacado evento en el seno de
No era para menos ya que el programa era de lo más atractivo. En el simposio además se daban cita expertos de numerosas ramas del conocimiento relacionadas con las disciplinas criminológicas. Tal y cómo se destacó en el acto inaugural, el objetivo de este encuentro era el de analizar la delincuencia desde un punto de vista multidisciplinar; dar una visión de conjunto que incluyera el enfoque penal, psicológico, social y cultural.
El perfil del psicópata
Una de las intervenciones más reveladoras fue la del Catedrático de Psicología de
Para el académico, esta idea está plagada de sesgos e interpretaciones erróneas, culpa en gran medida de la literatura y, sobre todo, del cine proveniente de Hollywood. “No hay un perfil del delincuente. Esta idea ha sido fomentada por las películas”. De esta manera abría su exposición.
Así intentó desmitificar algunas ideas asociadas a la imagen clásica que tenemos del psicópata o de los serial killer. Una de esas creencias fue la propuesta por el psicólogo de origen alemán H..J.Eysench, según la cual “el delincuente es menos inteligente que la población media”. El mismo autor vinculó la tendencia a delinquir con altos grados de psicoticismo en el individuo. Para Pelechano, esto no es exacto. “El ser humano es más complejo” según sus palabras.
Otra tendencia equivocada suele ser la de asociar este tipo de conductas con el nivel social, de tal manera que la delincuencia sería algo así como una cosa de los pobres. Tal creencia queda desterrada desde el momento en que comprobamos que el número de delitos se ha incrementado notablemente en etapas de bonanza económica. Y si intentamos encontrar un nexo entre el delito y determinados trastornos de la personalidad, nos daremos cuenta de que la tasa de suicidios ha aumentado, precisamente, en las clases más acomodadas. Los pobres no están más perturbados que los ricos.
Muchas de estas teorías, han sido defendidas a lo largo de la historia de la psicología por dos escuelas: la europea, que analiza elementos de carácter personal y la americana, que tiene en cuenta las condiciones ambientales, es decir, cuestiones como las circunstancias socioeconómicas.
Relevantes fueron los estudios realizados, a mediados del siglo XX por el pionero de las investigaciones sobre psicopatía, Hervey Cleckley, autor de un libro fundamental, The Mask of Sanity.
Cleckley define al psicópata y emplea un cuestionario con una veintena de preguntas que puede determinar si un individuo lo es. Sus estudios le llevaron a determinar cuatro factores que conformarían la personalidad del psicópata:
Factor 1: Se trata de un individuo encantador, arrogante, con un sentido grandioso de la vida personal, mentiroso patológico y fraudulento.
Factor 2: La persona denota una experiencia afectiva deficiente. Para él, la culpa siempre la tienen los demás. Es insensible, muestra falta de empatía y no acepta la responsabilidad.
Factor 3: Muestra una conducta irresponsable e impulsiva. Lleva un estilo de vida parasitaria, siempre hay alguien que lo mantiene. Carece de expectativas a largo plazo.
Factor 4: Hay una conducta abiertamente antisocial con episodios frecuentes de delincuencia juvenil. Este aspecto fue ampliamente desarrollado por el doctor Robert Hare, experto en psicología criminal.
La preeminencia de alguno de estos factores o la sinergia de varios de ellos conformarán la personalidad del psicópata.
El catedrático Pelechano también describió dos tipos de psicópatas:
Uno, el psicópata primario. No tiene miedo. No reacciona a recompensas o castigos. Es inútil castigarlo. Por tanto, la reinserción no sirve.
Dos, el psicópata secundario o sociópata. Se trata de individuos integrados, gente normal que puede estallar si se dan las circunstancias adecuadas. Presentan una gran ansiedad. Hay muchos sociópatas en nuestro entorno; algunos de ellos ocupando puestos directivos o de responsabilidad en la política, multinacionales…El académico apuntó al ejemplo del que fuera presidente de los Estados Unidos de América, Lyndon B. Jonson.
Ante esta situación, ¿de qué herramientas de detección disponen las autoridades?
Una de ellas, es el perfil psicológico, un sistema desarrollado por el investigador del FBI Robert Ressler en los años 70. Ressler fue el primero en incorporar la componente psicológica al delito, así como el estudio del “escenario del crimen”. Fue el que propuso la idea de “meterse en la mente del asesino” para darle caza. Interrogó a algunos de los más afamados serial killers, como Charles Manson o Ted Bundy, y ha inspirado series de televisión y películas, como El silencio de los corderos o CSI.
La idea sería que desarrollando un perfil del psicópata, la policía podría anticipar sus próximos crímenes. También se basa en el hecho de que la relación entre delincuente y víctima denota las personalidades de ambos.
Para Vicente Pelechano, sin embargo, “el valor del perfil es escaso si se toma por separado”. Hay que usarlo junto a otros recursos.
Otros procedimientos de detección son los interrogatorios, que podrían fallar si se somete al sospechoso una presión excesiva, ya que se podría obtener una confesión falsa; o el uso del polígrafo, que lo único que hace es dar una medida de la sinceridad del sujeto, no de la verdad.
Determinar las motivaciones de lo psicópatas es un asunto muy complejo. Intentar reducir su estudio a una serie de sencillas hipótesis sobre las bases biológicas de las personas no resulta realista.
Los esfuerzos en este campo se han desarrollado sobre todo en Estados Unidos (en España, las investigaciones son muy pobres). Pelechano expuso una serie de datos reveladores referentes a 1998, fruto de algunos análisis desarrollados en este país.
Uno de los factores clave en las motivaciones del psicópata parece ser la influencia de la familia. Así, en Estados Unidos se ha establecido una relación clara entre la delincuencia y las familias monoparentales. Según un estudio, un 80% de los reclusos de las cárceles proceden de este tipo de familias, cuando en Estados Unidos, la tasa de familias monoparentales apenas llega al 30% del total.
Sobre todo, parece revelador el papel de la madre que cría en solitario a sus hijos. Por las circunstancias psicosociales y culturales que fueren, la madre se vería sometida a un alto grado de ansiedad y, de alguna manera, esto influiría en la educación de sus hijos. El papel de la madre es clave.
En el caso de las familias monoparentales en las que es el padre el que se encarga de criar a sus hijos, su incidencia no es tan significativa. El padre sólo importa en el aspecto de socialización de sus vástagos.
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