La Dirección General de Aeronáutica Civil de Chile ha decidido impulsar la actividad del CEFAA (Comité de Estudios de Fenómenos Aéreos Anómalos). Se trata de una oficina creada en 1997 para el análisis científico de los ovnis y, sobre todo, sus implicaciones en la seguridad aérea.
La institución había sido abandonada con el paso de los años por falta de fondos e interés. Ahora, el gobierno de ese país inyectará 100.000 dólares anuales para relanzar el proyecto. Esta sorprendente maniobra, que tiene lugar en medio de un aparente desinterés de los gobiernos de los países desarrollados por el fenómeno ovni, viene justificada por el hecho de que ahora "existe más información, tecnología y colaboración internacional para estudiar estos fenómenos" según palabras de Pablo Ortega, secretario de la citada Dirección General de Aeronáutica. Hizo referencia a la existencia de fotografías y reportes de pilotos que hablan de situaciones "dignas de ser estudiadas".
Ortega resaltó el interés que tiene la labor del CEFAA en relación a la seguridad aérea y manifestó que la información obtenida será puesta a disposición del público, evitando de esta manera, todo tipo de rumores en cuanto a manipulación u ocultación de datos por parte del gobierno.
La oficina se creó en 1997, en medio de una inquietud por parte de los militares y la ciudadanía, por el fenómeno ovni. En aquel momento, estaba presidida por Hernán Henríquez Cobaise, Director de la Escuela Técnica Aeronáutca, y un equipo multidisciplinar fomado por un controlador de tráfico aéreo, un geofísico, un informático y un psiquiatra, aparte de un departamento de relaciones públicas. El propósito era el de proporcionar un enfoque científico al estudio de los ovnis, alejado de teorías extravagentes; recogiendo testimonios de pilotos, controladores de vuelo...
El CEFAA ya ha aclarado que muchas de las "observaciones que se han identificado como ovnis han sido globos aeroestáticos, avistamientos de astros o planetas que tienen una explicación lógica, pero también están los casos que no tienen explicación y resultan curiosos, pero no por eso vamos a decir derechamente que es una nave extraterrestre".
La decisión de relanzar la actividad de una oficina gubernamental dedicada al análisis de este escurridizo fenómeno podría parecer un contrasentido, máxime cuando la tendencia en los países desarrollados, en los últimos tiempos, ha sido la de dar carpetazo al asunto, cerrando departamentos destinados a este fin o simplemente concluyendo que ya toda la información disponible está en manos del ciudadano de a pie; vamos, que ya no quedan secretos por descubrir, algo puesto en duda por muchos ufólogos.
Esa desidia por los ovnis de los últimos años queda patente por, todo lo contrario, cierres de departamentos. A comienzos de diciembre, conocíamos la decisión, por parte del Ministerio de Defensa británico, de dar de baja el número de teléfono y el buzón de correo electrónico en el cual se recibían denuncias ciudadanas relativas a la observación de objetos voladores no identificados. Se trata de una determinación que se toma en momentos de grave crisis económica, según se argumenta, y en la que un país en guerra contra el terrorismo internacional no puede permitirse desviar recursos; ello pese a que la oficina ovni británica movilizaba un modesto presupuesto de 53.000 euros al año. Reputados estudiosos como el investigador Nick Pope mostraron su desacuerdo con la decisión: «Esto es indignante. Los avistamientos de ovnis se encuentran en su punto más alto. No ha habido ningún anuncio en el Parlamento ni consulta popular».
Paradójicamente, quizás, la decisión de las autoridades chilenas responda al ambiente de aperturismo que se está viviendo recientemente respecto al asunto de los ovnis, en buena parte del mundo. Se trata de una buena oportunidad para demostrar que no existen grandes conspiraciones ni nada extraño que ocultar. Esta ha sido la idea central de uno de los últimos informes desarrollados por el ufólogo Vicente-Juan Ballester Olmos (de título Estado actual de la desclasificación ovni en el mundo), un estudio del que ya di cuenta en este mismo blog. El investigador valenciano hace una síntesis de lo que han dado de sí los procesos de puesta a disposición del público de información sobre fenómenos aéreos extraños, en todos los países del planeta. La investigación y divulgación transparente de informes relativos a los ovnis (o sobre cualquier otra cuestión, si se me apura) constituye algo deseable ya que, como el propio Ballester Olmos indica en su informe, "el secreto o la censura de información es difícilmente compatible con una política democrática".
La puesta en marcha del CEFAA, por tanto, es saludable y, desde el punto de vista del conocimiento, diría que necesaria ya que la única manera de obtener respuestas sobre un fenómeno como el que nos ocupa es adoptando un enfoque científico y metódico. De hecho, la forma de procederde la oficina chilena parece estar inspirado por organziaciones como el NARCAP. El National Aviation Reporting Center on Anomalous Phenomena es una organización norteamericana dedicada a mejorar la seguridad de la aviación y a impulsar el conocimiento científico. Creada en el año 2000, se ocupa de temas relativos a la seguridad de la aviación en tanto en cuanto tiene que ver con avistamientos de fenómenos aéreos no identificados (UAP en sus siglas en inglés). Bajo el liderazgo del doctor Richard F. Haines, como científico jefe, el NARCAP lo gestionan científicos y otros profesionales del mundo de la aeronáutica y la aviación, con el concurso de numerosos expertos, especialistas técnicos y colaboradores nacionales e internacionales.
Un último apunte. Nos ha sorprendido gratamente, en la últimas semanas, una interesante iniciativa: la de un grupo de astrónomos que ponen sus conocimientos al servicio de la ufología. La idea es la de recoger, mediante un formulario, los datos referidos a un avistamiento para su posterior análisis «desde un punto de vista profesional, de manera racional y sin ningún tipo de ideas preconcebidas».
Parece que, en definitiva, la ufología aún tiene cosas qué decir. A fin de cuentas, se trata de otra rama más del conocimiento. Requiere, eso sí, un mínimo de sensatez y rigurosidad.
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