…y con tal motivo, en la revista digital Tenerife Week he publicado un breve artículo que resume todo lo que se vivió desde que, en la noche de aquella jornada de 5 de marzo de 1979, miles de canarios vieran un gran espectáculo luminoso en el cielo hasta la resolución definitiva del mismo en etapas más recientes. El asunto quedó explicado como los efectos producidos por la quema de gases de misiles Poseidón C-3, disparados al oeste de Canarias, desde submarinos nucleares estadounidenses. Se trata de una explicación que ya no es puesta en duda, ni siquiera por Iker Jiménez, quien en una reciente emisión de su Cuarto Milenio (en el enlace, a partir del minuto 20) aceptaba la naturaleza balística del incidente al compararlo con otro suceso similar que tuvo lugar en el cielo de Noruega el pasado mes de enero y cuya autoría fue admitida por los rusos (ciertamente, un fenómeno similar al que tuvo lugar en Canarias en 1979).
Pese a todo, siempre aprovecho estas fechas para revisar el caso, que no por resuelto deja de ser apasionante. Una de las circunstancias que apoya la realidad de las pruebas con misiles llevadas a cabo en el Atlántico por el submarino SSBN 642, responsable de los lanzamientos, era el hecho de que en los días previos al del avistamiento masivo, es decir, a finales de febrero, dos buques de la Marina norteamericana atracaron en el Puerto de la Luz, en Las Palmas. Se da la circunstancia de que los dos navíos, el “Range Sentinel” (que llegó el día 21) y el “Redstone” (que lo hizo el 24), estaban provistos de equipo electrónico para el seguimiento de misiles, como así lo atestiguaban las gigantescas antenas que portaban en su cubierta. Más concretamente, el “Range Sentinel” estaba dentro del programa de pruebas de misiles Poseidón. No era ninguna casualidad.
La prensa apenas se hizo eco de este detalle que, aunque aparentemente nimio, vino a ser una pieza más del puzzle y ayudó a dar el enfoque apropiado a todo lo que sucedió aquella noche de hace 31 años.
La nota de la imagen que acompaña a este texto está extraída del periódico La Provincia en su edición del día 23 de febrero, cuando apenas se vislumbraba lo que tendría lugar tan sólo diez días más tarde.
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