Los años 60 vieron el surgimiento de un nuevo género cinematográfico. Se trataba del cine de zombis; un movimiento que inició el realizador George Romero con La noche de los muertos vivientes (1968). El director neoyorkino continuaría con su filmografía dedicada a los muertos vivientes hasta nuestros días. Una de sus últimas producciones, Dead Reckoning, fue estrenada en 2005, y planteaba el asedio a una ciudad, donde se refugiaban los humanos supervivientes de una catástrofe apocalíptica, por parte de un enjambre interminable de cadáveres andantes.
El cine de Romero planteaba algo nunca visto antes en el género de terror; los muertos volvían a la vida, algo más terrorífico si cabe que el hecho de que se aparecieran desde el más allá de manera espectral. Las razones por las cuales los cadáveres se levantaban eran lo de menos. En algunos filmes se trataba de los efectos ocasionados por los experimentos nucleares (un inevitable mensaje en los años de la Guerra Fría), en otros, 28 días después (Danny Boyle) y su secuela 28 semanas después (Juan Carlos Fresnadillo) , el origen del caos era un temible virus que afectaba al sistema nervioso central, degenerando las capacidades motrices, cognitivas…una coartada perfecta en nuestros días, en los que temor a una pandemia de gripe aviar está candente. Realmente siempre ha dado lo mismo. Lo realmente importante era sentir el golpe en el estómago que provocaba la observación de un cadáver andante, un auténtico shock emocional…
Al amparo de esta moda, reavivada espectacularmente por algunos videojuegos en los últimos años (los inevitables Resident Evil con sus innumerables secuelas…) salen al mercado libros sorprendentes que proponen la realidad de una posible epidemia zombi. En esa línea se sitúan obras como Guerra Mundial Z de Max Brooks (sí, el hijo de Mel Brooks, el actor estadounidense), que relata los efectos de una rebelión de muertos vivientes que ponen a la humanidad al borde de la extinción. La obra está elaborada a base de entrevistas ficticias a funcionarios de la ONU, científicos, militares, periodistas…con un grado de realidad espeluznante.
En otro libro del mismo autor, Zombi. Guía de supervivencia, orienta al lector sobre la manera de actuar en caso de que se encuentre algún día con un muerto viviente.
Todo ello ha contribuido a generar una auténtica “cultura zombi”; una “zombimanía” si se quiere, nombre además de un curioso documental que circula por la red, que analiza los aspectos de este reciente fenómeno cultural.
Quizás por ello, la revista Muy Interesante ha tenido a bien proponer como tema de portada la base científica de los zombis. ¿Existen los muertos vivientes?
A través de un interesante reportaje, el lector se sorprenderá al constatar que un fenómeno propio de la cultura occidental puede tener un fundamento real en algunas prácticas rituales llevadas a cabo en Haití.
Según el etnobotánico Wade Davis, y esto queda reflejado en su obra La serpiente y el arco iris de lectura obligada para todos los zombimaniacos que se precien de serlo, en este lugar del mundo se usa en determinadas ceremonias una sustancia conocida en algunos ámbitos como "polvo zombi". Ésta incluye la tetrodotoxina, un ingrediente muy tóxico extraído del pez globo y que, inhalado en pequeñas cantidades, puede inducir al incauto hacia un estado de catalepsia en el que la ausencia aparente de signos vitales, pueden llevar a pensar que se está ante un auténtico zombi.
Según algunas historias, la víctima del “hechizo”, con sus facultades psíquicas mermadas, será esclavizado y obligado a trabajar en los campos de cultivos durante jornadas interminables.
El cine de Romero planteaba algo nunca visto antes en el género de terror; los muertos volvían a la vida, algo más terrorífico si cabe que el hecho de que se aparecieran desde el más allá de manera espectral. Las razones por las cuales los cadáveres se levantaban eran lo de menos. En algunos filmes se trataba de los efectos ocasionados por los experimentos nucleares (un inevitable mensaje en los años de la Guerra Fría), en otros, 28 días después (Danny Boyle) y su secuela 28 semanas después (Juan Carlos Fresnadillo) , el origen del caos era un temible virus que afectaba al sistema nervioso central, degenerando las capacidades motrices, cognitivas…una coartada perfecta en nuestros días, en los que temor a una pandemia de gripe aviar está candente. Realmente siempre ha dado lo mismo. Lo realmente importante era sentir el golpe en el estómago que provocaba la observación de un cadáver andante, un auténtico shock emocional…
Al amparo de esta moda, reavivada espectacularmente por algunos videojuegos en los últimos años (los inevitables Resident Evil con sus innumerables secuelas…) salen al mercado libros sorprendentes que proponen la realidad de una posible epidemia zombi. En esa línea se sitúan obras como Guerra Mundial Z de Max Brooks (sí, el hijo de Mel Brooks, el actor estadounidense), que relata los efectos de una rebelión de muertos vivientes que ponen a la humanidad al borde de la extinción. La obra está elaborada a base de entrevistas ficticias a funcionarios de la ONU, científicos, militares, periodistas…con un grado de realidad espeluznante.
En otro libro del mismo autor, Zombi. Guía de supervivencia, orienta al lector sobre la manera de actuar en caso de que se encuentre algún día con un muerto viviente.
Todo ello ha contribuido a generar una auténtica “cultura zombi”; una “zombimanía” si se quiere, nombre además de un curioso documental que circula por la red, que analiza los aspectos de este reciente fenómeno cultural.
Quizás por ello, la revista Muy Interesante ha tenido a bien proponer como tema de portada la base científica de los zombis. ¿Existen los muertos vivientes?
A través de un interesante reportaje, el lector se sorprenderá al constatar que un fenómeno propio de la cultura occidental puede tener un fundamento real en algunas prácticas rituales llevadas a cabo en Haití.
Según el etnobotánico Wade Davis, y esto queda reflejado en su obra La serpiente y el arco iris de lectura obligada para todos los zombimaniacos que se precien de serlo, en este lugar del mundo se usa en determinadas ceremonias una sustancia conocida en algunos ámbitos como "polvo zombi". Ésta incluye la tetrodotoxina, un ingrediente muy tóxico extraído del pez globo y que, inhalado en pequeñas cantidades, puede inducir al incauto hacia un estado de catalepsia en el que la ausencia aparente de signos vitales, pueden llevar a pensar que se está ante un auténtico zombi.
Según algunas historias, la víctima del “hechizo”, con sus facultades psíquicas mermadas, será esclavizado y obligado a trabajar en los campos de cultivos durante jornadas interminables.
Comentarios
Gracias por entrar en mi blog. Saludos